La Basílica de San Juan de Letrán es la basílica más antigua del mundo y una de las cuatro basílicas mayores de Roma. Está localizada en lo que antiguamente era el palacio de la familia Letrán, por eso lleva parte de su nombre, aunque está dedicada a los dos Juanes más importantes de la historia del cristianismo: Juan Bautista y Juan Evangelista. Los católicos recordamos cada 9 de noviembre como día de fiesta de la dedicación de la basílica madre de todas las basílicas.
Dedicar o consagrar una basílica es una forma de reservar ese lugar de manera especial para Dios. La basílica fue consagrada en el tiempo del emperador Constantino por el papa Silvestre I, primeramente con el nombre de Santísimo Salvador. En el siglo IX, el papa Sergio II la dedicó a san Juan Bautista y en el siglo XII el papa Lucio II a san Juan Evangelista. Como sabemos, Constantino aprobó la libertad religiosa, permitiendo a los cristianos profesar su fe públicamente. Desde entonces la basílica fue la residencia de los papas, aunque por un breve ínterin el papado estuvo 70 años en Aviñón (Francia), desde 1309 con Clemente VI hasta 1378, cuando el papa Gregorio XI, siguiendo los consejos de santa Catalina de Siena regresó a Roma.
Muchos católicos creen que el papa tiene como sede la Basílica de San Pedro, pero la cátedra del obispo de Roma realmente es la Basílica de San Juan de Letrán. En este lugar se han dado importantes eventos. En Letrán se celebraron los cinco primeros concilios ecuménicos de occidente. El papa Bonifacio VIII proclamó desde ahí el primer año santo del cristianismo y el papa Inocencio III recibió a san Francisco de Asís y a santo Domingo de Guzmán.
La basílica realmente está fuera del Vaticano, por lo que goza del estatus de extraterritorialidad, siendo propiedad de la Santa Sede. Más de 20 papas están enterrados en este lugar, pero lo más destacado de la basílica seguramente es el baldaquino sobre el altar con un relicario donde se conservan las cabezas de san Pedro y san Pablo. El baptisterio de la basílica es una construcción aparte que también debe de ser destacada. En los primeros años del cristianismo los catecúmenos eran sumergidos en las orillas del lago o del río, pero luego con Constantino se construyeron capillas con piscinas exclusivas para la administración del sacramento del bautismo.
Es obvio que la basílica ha tenido algunos cambios a lo largo de los siglos, pero es de destacar que se mantiene en pie uno de los lugares más predominantes de la fe cristiana. Por eso, celebrar la dedicación de esta basílica considerada de manera honorífica como “madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad de Roma y de toda la tierra”, es unirnos universalmente a todos los católicos, recordando que somos parte de ese cuerpo místico de Cristo que caminan juntos para entrar a la Jerusalén Celestial tan esperada.