3 diciembre, 2024

Releer

Estoy releyendo Travesuras de la niña mala, ese libro tan exquisito escrito por el fantástico Vargas Llosa, que ha sido mi favorito y releerlo lo reconfirma. Hay un montón de cosas que no recordaba y que he vuelto a descubrir. También han aparecido cosas nuevas y eso es lo más lindo de releer.

Esto me lleva a pensar en la vida misma, porque la niña mala representa esa parte perversa, pero cautivadora, de los humanos. El niño bueno, en cambio, es la bondad, la pureza, la cojudez.

En la vida todos representamos un personaje, a veces podemos ser la niña mala, a veces el niño bueno. Vivimos una dualidad. Porque nadie termina siento totalmente bueno o malo. Hasta el más perverso de todos los tiempos en algún momento tuvo un gesto de bondad. ¿La sociedad nos corrompe? Yo diría que sí, y que también nos rompe. ¿Estar rotos es malo? Antes hubiese dicho que sí… pero ahora pienso que es necesario para reconstruirnos, reprogramarnos y, sobre todo, poder ser libres.

Actualmente existe una tendencia hacia el amor propio, el amor sano, el rechazo al amor dramático de las telenovelas, a lo tóxico, está muy en boga y eso está más que bien. Sin embargo, pienso en como los amores tormentosos y rotos pueden llegar a tener un final feliz.

La resistencia también es necesaria, siempre y cuando no trasgreda al humano. Pensemos en todas las veces que nos quedamos en un lugar que no debíamos, o como hemos criticado a esa amiga que vive una relación tormentosa. Pensado en un “yo lo hubiera hecho diferente”, “no entiendo por qué sigue ahí”. Pasa… que lo que inquieta pasa… como dice Ricardo Montaner.

El sostener tiene sus beneficios. El soltar sus victorias.

Los invito a leer el libro si no lo han hecho, ya que toca fibras muy sensibles como la violencia de género y la salud mental.

Todos podemos ser una niña mala
Un niño bueno
Un niño
Una niña.

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