A veces estar en la vereda de enfrente duele.
A veces cambiar de lugar molesta, angustia.
A veces quedar del otro lado provoca una incertidumbre tan grande que no entendemos nada y no encontramos la respuesta oportuna.
Pero, quizás, tal vez, pensándolo bien, sirva para aprender. Para modificar la mirada que de tanto mirar desde el mismo lado, muchas veces se vuelve rígida, dura, escueta, pobre y hasta orgullosa, me atrevo a decir.
Quizás, tal vez, pensándolo bien sea una oportunidad para observar desde otra perspectiva y comprender un poco a los que siempre miramos de enfrente. Y ese trueque de espacio nos regale una visión más amplia, más generosa, más compasiva incluso.
Y quizás, tal vez, ese cambio de vereda sea la ocasión para el comienzo de algo nuevo. Sea la llave para entrar en otros mundos. Para vivir una vida más rica. Para no quedarnos estancados en el mismo lado. Y quizá, tal vez, sea una bendición escondida.