En la era de los derechos, en la era de la igualdad, el amor consciente rompe con todos los moldes. Rompe con el derecho a la justicia, rompe con el derecho a la razón.
En la era de la pelea, en la era de las protestas, de las huelgas, el amor consciente rompe con todos los moldes y da vuelta la torta.
En la era de subir, de ascender, de éxito y de poder, el amor consciente me hace descender, me invita a perder, me ofrece otra alternativa, muy disruptiva, por cierto, no para cualquiera.
En la era de tantas ofertas ¿por qué no sumarse también a esta?
Pensaba en esa mujer que decidió cambiar ella por poner en práctica este amor consciente del que les hablo. En vez de pelearse con su vecino casi todo el tiempo, por la música alta que él ponía, decidió interesarse en él y cambiar la perspectiva, lo amó. Alguno podría decir que no es justo, que ella tiene derecho, y por supuesto que lo tiene. Pero ella fue más sabia, decidió descender y subió. El amor consciente hace eso. Siempre te hace ganar. Por adentro digo. Porque lo de afuera es superficial, lo interno es eterno.
Pensaba en ese hombre que pidió perdón a pesar de que tal vez, el otro tenía una culpa mayor. Alguno podría pensar: «qué tonto». No es justo. No, no lo es. Decidió perder. El amor consciente hace eso. Te hace perder para ganar. Porque aparte de ganar por adentro, ganó una relación, que vale mucho más que tener razón.
Y así podría seguir narrando historias de amor consciente. De hecho, soy destinataria de ese amor todos los días. Empezando por Dios mismo, mi familia y muchos más que me rodean.
E intento yo también amar de esa manera.
