Parece que siempre luchamos por llegar a un nivel determinado o a pertenecer a un grupo selecto. Leemos revistas que nos dicen cuál debe ser la normalidad, cuántas veces hay que viajar, cómo ser feliz en diez pasos, cómo tener el cuerpo de Jennifer Aniston. Escuchamos a psicólogos famosos que nos informan sobre teorías nuevas que quizá nos eleven la autoestima. O miremos a ciertas personas y queramos ser iguales a ellas.
¿Y si nos amigamos con nuestra fragilidad?
¿Y si por fin nos aceptamos como somos? Con nuestra historia, por más dura que sea.
¿Si nos amigamos con nuestras decisiones, con nuestro pasado, con nuestros padres y familiares? Creo que sería un buen comienzo. Empezar a crecer desde ahí. Con lo que traemos, con nuestra genética inclusive. Con nuestras fuerzas sean muchas o pocas. Con nuestras habilidades, sean las que están de moda o las que nadie ve. ¿Si nos aceptamos con nuestras luchas también? Con nuestras dificultades, con nuestras adversidades.
Tal vez sea el punto de partida para cambiar. Para edificar desde ese lugar. Aceptando lo que traemos y no traemos. Lo que somos y no somos. Tachando lo que «debería» de la lista. O lo que me impone buena parte de la gente.
Como diría mi amigo Matías: «Brindo por el humor, el amor y la fragilidad».
Es un buen punto de partida.
Chin, chin para el que se quiera unir.
Es verdad Ana!!! Gracias por compartir ese pensamiento 🙂