A todo lo que nos clave al camino de la pertenencia, no pertenezcas. A lo que vuelva incrédulo a tus pensamientos, torture en el silencio tus cánticos y no permita con claridad llevarte al camino de la virtud, huye, no pertenezcas.
La pertenencia, causa anclaje, el anclaje causa ceguera, la ceguera causa falta de razón, la sinrazón, causa fanatismo, el fanatismo, causa ira, la ira causa violencia. La ira evita el camino del sabio, el camino del héroe, el poder descubrir con admiración lo que tu estas dispuesto a dejar para ser.
El trabajo forzado, la mano de obra módica, la paranoia del que busca pero que no encuentra, pero el que sí encuentra, pero no busca, los detalles del ir, pero el olvido al volver. El desear quedarse, pero con miedo a objetar, el llamar sin miedo: “esto es mío, aquí está para mi”, por el simple pavor de saber que la historia te dictamina algo claro que no haces caso, cielo y tierra pasarán, pero más la palabra no pasará.
La revolución no empieza en el acto, no empieza en el año 30, o en el año 1917, o en el 1822, la revolución empieza ahora. Los vientos vertiginosos llegan sin saber su ubicación, tumban sin avisar, levantan sin decir. El susurro del presente pisa con angustia, corre por ser perseguido, no logra ver con claridad el camino, solo avanza sin miedo, tiene las palpitaciones en la mano, sabe que se aproximan, que desean evitar que llegue, tiene algo importante que comentar, lo callan cuando habla, lo golpean cuando grita, pero el presente sabe, sabe algo que desea decirnos, que las primeras palabras que saldrán, serán las que cambien por una vez, lo que nunca tuvo que haber existido…¡No pertenezcas!