Un pájaro deprimido, una nota inesperada en el diario, la alegría que por momentos reluce como un rayo fugaz y la tristeza, que no solo amenaza, sino que se presenta seguido como advirtiéndonos que no tiene pensado huir.
La gratitud de haber logrado mucho este año, la inestabilidad que sigue siendo parte del día a día, el desafío de seguir caminando sobre las aguas, de tener que confiar en que Dios sigue siendo Dios a pesar de, a veces, no sentir nada ni ver un horizonte claro.
Estas son algunas de las vivencias y experiencias de estos últimos años. Periodo de la vida que incluye de todo un poco. Como la historia del pájaro de ayer, que andaba en el piso, deprimido, solitario, sin fuerzas, sin siquiera con algo de ánimo para asustarse cuando Pablo se le acercó. Se agachó a su altura, lo miró de frente y el pequeño ni se inmutó. Cerró sus ojos y respiró entrecortado, como esforzándose para lograrlo, como queriendo evadir la realidad. Pablo, que de casualidad tenía alpiste en su bolsillo, le compartió un poco pero tampoco comió. Evidentemente no tenía apetito -una de las características de esta enfermedad tan fea-. Un pájaro deprimido. Cosas que no suceden seguido, o mejor dicho, nunca, un encuentro de este estilo.
Pero lo importante y para mí más significativo fue que luego de estar un rato con el pájaro cara a cara, de intentar alimentarlo y proveerle agua fresca, después de correrse incluso de su lado, para dejarle espacio y observar qué hacía el ave, al rato, así de repente, como por arte de magia, voló.
Quizás entre tantas emociones diversas, entre tanta mezcla de experiencias y una multitud de preguntas que ya ocupan un cuaderno entero, este encuentro fortuito con este pequeño ser alado, sea un indicio de lo que viene.
Quizás esta historia tan curiosa y peculiar como insólita y extraordinaria sea una pista, una señal, una estela de esperanza en el momento indicado.
Tal vez haya que seguir perseverando y esperando hasta que las fuerzas sean las suficientes para volar denuevo.
Y los colores reaparezcan, y la alegría se encienda, y volemos alto muy alto otra vez.
Cuánto me identifico con esta historia. Gracias por poner en palabras las vivencias diarias.
La historia del Pájaro deprimido me interpela, mi mente evoca algunas situaciones de angustia que he experimentado y lo mucho que DIOS estuvo en ese dolor.
En la inmensidad de la noche, sólo su voz me ha sostenido.
Gracias Analia por esta historia tan inspiradora!!!