Adviento “viene” del latín adventus y significa “venida”. Para los cristianos consiste en un tiempo para prepararnos a celebrar el nacimiento de Dios que “viene” al encuentro de la humanidad.
Es entonces algo que “viene”. Y esa experiencia la vivimos de diferentes maneras. Cada mañana, al despertarnos, nos “viene” la vida; con nuestras amistades siempre “viene” un gesto o una palabra de aliento. A los artistas, de repente, les “viene” la inspiración, igual que al escritor o al científico le “viene” una idea, una intuición o una hipótesis. Aquello que más valoramos también, de alguna manera, se nos “viene”: un hijo, una esposa, una familia, un proyecto de vida. Por otra parte, no “viene” solo lo bueno, también “vienen”” las dificultades, y con ellas también “viene” la resiliencia necesaria para afrontarlas, aunque sea fatigosamente.
La vida “viene” o mejor dicho “adviene”, a veces, sin hacer nosotros nada o muy poco. Algunos se preparan convenientemente a vivir la experiencia del “viene”, otros reciben lo que “viene” de manera sorprendente a tal punto que los transforma totalmente. Y, también hay otros, que ni siquiera se dan cuenta que eso, que tanto necesitan, el fin “viene”, simplemente porque no están dispuestos a vivir esa experiencia. Afortunadamente, para todos, el vivir lo que “viene” se lo puede experimentar todos los días.
Que nuestra vida sea, por consiguiente, Adviento, sea la esperanza por vivir a plenitud esa experiencia de recibir lo que “viene”, tanto los objetivos más cotidianos, como los deseos personales más anhelados y que no dependen solamente de nuestra voluntad, esfuerzo o capacidad.
Porque, eso que “viene” no es algo sino “Alguien” que alimenta nuestra resiliencia y nos hace ser agentes positivos en la tarea interminable de transformar la agonía y muerte, en “Vida”. Eso es el Adviento la experiencia sentir a Dios, el Amor, la Salvación, la Verdad, el Perdón o como queramos llamarle, que -otra vez, de repente o por fin- “viene” a nuestra humanidad.
Hermoso!