Llegamos al fin de año y de noche nos daremos abrazos, besos, sonrisas y grandes deseos de prosperidad. Bendito sea, que lo podemos hacer. No dejemos de hacerlo. Pero estos gestos y símbolos son expresión de ternura, de esperanza, de no dejarnos aplastar por la cruda realidad, “otro año que viene y va”, otro año que se manifiesta la maldad de lo humano, la miseria de la vida. Pero, el hombre y mujer tiene algo, que a lo largo de la historia ha mostrado su valer: su capacidad de resilencia, de resurgir, de renacer.
La idea de fondo que deseo compartir, más allá de los tecnicismos científicos de lo que es resilencia. Es que a lo largo de la historia ha habido hombres y mujeres que nos han enseñado que podemos cambiar nuestra vida, que podemos crecer, cuando hacemos surgir nuestro coraje, creatividad y confianza en la fuente del ser, en la conexión con la energía de la vida que fluye en lo profundo de nosotros como personas y como pueblo. Ejemplo hay a montón en todas las culturas y a lo largo de la historia.
Hagamos un alto esta noche para dar gracias por nuestra humanidad desde el pequeño lugar que nos ha tocado vivir se va tejiendo una historia de amor, un proyecto de liberación, cuando liberamos lo mejor de nosotros mismos y reconocemos en primer lugar el amor de familia y seres queridos, amigos, compañeros, vecinos. Y así vamos cayendo en la cuenta que en la vida y al final del año hemos podido llegar gracias a muchas personas que nos han dado cariño, un abrazo, una sonrisa, un pensamiento y tantos gestos pequeños que revelan la grandeza de lo humano y por eso, podemos comenzar un nuevo año. Ciertamente habrá mucha incertidumbre, habrá más desgracias o pronósticos socio-económicos-ambientales muy negativos.
Aprovechemos esta noche de esperanza y encuentro para hacer un alto y mirar al cielo y preguntarnos aquello que nos haría volar, soñar qué puedo hacer para alcanzar la estrella de la esperanza, de la luz, de la verdad. O aprovechemos esta noche para sentir en lo más profundo de nuestro ser, la necesidad del silencio, de escuchar lo que nos hace latir para respirar aires renovadores, para comprender realmente que aquello que somos no es lo que ves o haces, sino algo más común y vital, algo más simple y maravilloso, algo que fluye y jamás se paraliza si sabes navegar en lo más íntimo que lo íntimo tuyo.
Me niego a encerrarme en el miedo, en la parálisis mental de no hay alternativa. Me niego a aceptar que esta humanidad es solo la búsqueda desenfrenada de dinero, tecnologías, apariencias, lujos. Me niego aceptar que la forma de resolver las diferencias sea la amenaza, los insultos, las guerras, la muerte. Rusia-Ucrania, Israel-Palestina, Migrantes que cruzan el mediterráneo y se hunden en el mar, países que cierran sus fronteras o elevan muros. Padres irresponsables, niños y jóvenes sin poder estudiar o actualizar conocimientos, profesionales sin empleos. Profesionales que priorizan las grandes ciudades y dejan el campo porque no hay oportunidad, delincuentes a todo nivel, con corbata, minifaldas o los desfachados de motos, entre otros.
Hace muchos años, más de dos mil años, hubo un hombre que desde el margen de la historia convocó al amor, al perdón, al cambio a revertir la historia. Jamás usó un arma, ni insultó a nadie, compartía lo que tenía: su fe en el Dios de la vida, sus manos cariñosas transmitían esa energía que sanaba y liberaba a las personas de la postración. Y estando en plena cruz por la envidia de los mediocres de turno de todos los tiempos, que, por miedo a perder el poder, sean religiosos o políticos, prefirieron matarlo para no tener competidores. Jamás entendieron que el amor es la fuerza del cambio, de la entrega, de una nueva humanidad. SU NOMBRE ES JESUS. No importa, si crees o no en que es Hijo de Dios, eso es después, pero sí es importante que tomes postura que lo que hace grande a un hombre o mujer es la fuerza del amor, entendido como entrega, creatividad, coraje y confianza.
Tengo esperanza en la nueva humanidad si aprendo a mirar el cielo y descubro mi estrella, si aprendo a hacer silencio y me conecto con la fuente de la vida, si abro mis brazos como Jesús. Como dijo un maestro: “rompe tajantemente con tu pasado y alcanzarás la iluminación. – Ya lo hago poco a poco, respondió el discípulo- Es el crecimiento lo que se consigue poco a poco. LA ILUMINACIÓN (Digamos, comprensión de lo que somos), es instantánea”. “En otra ocasión dijo el maestro: ¡PEGA EL SALTO! No se puede atravesar el abismo a base de pequeños brincos”. Pregúntate esta noche de fin de año y comienzo de otro ¿qué es lo que necesitas para reinventarte humanamente?
PARA PENSAR
1.- TENEMOS MUCHAS COSAS PARA DAR GRACIAS ESTA NOCHE DE FIN DE AÑO:
Si escuchas tu yo profundo, si miras tu estrella, claro que sí
2.- ¿ES POSIBLE SUPERAR LA ACTUAL INHUMANIDAD?
Es un deber y una necesidad vital
3- ¿Quién ME PODRA INSPIRAR?
El hermano y humano Jesús, como los hombres y mujeres de voluntad.