San Juan Pablo II nos dejó unas enseñanzas hermosas llamadas por él mismo teología del cuerpo. Enseñanzas que, más de cuatro décadas después, todavía no son del todo comprendidas por la mayoría de católicos. El Santo Padre utilizó, al inicio de su pontificado, las audiencias generales de los miércoles para ir explicando poco a poco estas instrucciones sobre el verdadero significado del hombre y la mujer que fundamenta casi todo su ministerio petrino. Las enseñanzas tienen una estructura de seis ciclos que no fue entendida al comienzo, pero que posteriormente sus biógrafos pudieron comprender.
Con una frase de Jesús en el evangelio: “En un principio no fue así”, San Juan Pablo II se remonta al Génesis de nuestra historia, dando pie a las catequesis sobre el hombre original, las primeras 23 meditaciones describen la vida del ser humano antes de pecar, recordándonos esas “originalidades” propias que poseíamos antes de la gran falta que nos llevó al exilio. Luego tenemos el grueso de las catequesis, 40 enseñanzas que describen el hombre histórico, es decir, el ser humano luego de pecar tratando de encontrar nuevamente su camino a casa, donde lo más importante no es la caída sino la redención, somos redimidos y esa es nuestra santa herencia.
Con apenas 9 catequesis el Vicario de Cristo habla del hombre escatológico, es decir, el ser humano luego de nuestro paso por la tierra, nuestro fin último es el cielo, aunque algunos hagan todo lo posible para no llegar. La virginidad cristiana también es tema de enseñanzas, básicamente son 14 reflexiones para sacerdotes, pero una gran variedad de personas se han beneficiado de ellas como viudos, solteros e incluso aquellos con atracción al mismo sexo. Con 27 catequesis describe las enseñanzas sobre el matrimonio cristiano en la vocación a la unión entre hombre y mujer. Por último, tenemos 16 reflexiones sobre el amor y la fecundidad que intentan dar pautas a temas de la moral cristiana.
Para las pocas personas que han escuchado hablar sobre la teología del cuerpo, lo primero que les viene a la mente son justamente las reflexiones sobre el matrimonio cristiano, tal vez porque es el icono más convincente para entender esa realidad futura: Dios quiere casarse con nosotros. La intimidad es tan grande y tan preciosa en la pareja de esposos que es lo único que tenemos visible para entender la realidad profunda y espiritual a la que cada uno de nosotros estamos llamados.
Pero las enseñanzas van más allá del amor o del sexo. Hoy más que nunca el ser humano está anhelante por una afectividad correcta, ese deseo intrínseco que nos convierte en sujetos y no en objetos. El Obispo de Roma exponía a través de estas meditaciones los deseos más recónditos del corazón humano, respondiendo a las inquietudes que desde todos los siglos afectan a cualquier ser humano: ¿De dónde vengo y a dónde voy? Si no sabemos responder a esos planteamientos, no tiene sentido nuestro día a día.