21 noviembre, 2024

Por mi nombre en la «Sala de las culturas» de el Colegio Steiner de Guayaquil

¡Maestros! ¡Alumnos! y ¡Padres de Familia! ¡del Colegio Steiner!

Unidos aquí en un momento trascendente de todos nosotros, porque yo, igual que todos los presentes, soy parte de la historia del Plantel: de sus momentos fáciles y difíciles, de gran trascendencia existencial de todos los que venimos haciendo el Steiner.

Es desde este salón denominado Sala de las Culturas, donde vislumbramos los nombres de las aulas del Colegio, conforme fue creciendo desde: Machalilla, Valdivia, La Tolita, Chorrera, Bahía, Jama Coaque, Guangala, Manteña, Huancavilca,  Jambelí, Engoroy, Daule Tejar, Milagro-Quevedo.  

Acción que coincidió con el regalo que yo recibiera de los dos murales gigantes que cubren la pared de esta sala: copias de las culturas Valdivia (5.000 A.C.), Chorrera (1.200 A.C.) Murales que estuvieron por algunos años expuestos en las partes altas de la calle Panamá de Guayaquil, por el banco Central del Ecuador; con los cuales nominamos a este espacio como Sala de las Culturas.  Rubricando con ello la descendencia milenaria primitiva, de la que debemos ser orgullosos los ecuatorianos y en las que sentaron cátedra los maestros Paúl Samaniego -que hoy vive en Estados Unidos -y es el promotor de este acto- y la maestra Cecilia Huayamave, desarrollando con los alumnos actos históricos transcendentes -para quienes pido un aplauso-.

Y del orgullo ancestral que debemos ostentar los ecuatorianos: Traigo al respecto una experiencia que llevo en mi memoria, por siempre:  Una vez ante un gran público, desde un escenario internacional en Europa, en que me presenté e hiciera mención, como ecuatoriana de mi origen racial- descendiente de cultura Valdivia de casi 5.000 años de antigüedad; al tiempo que mostraba esta pieza que llevo en mi cartera, siempre conmigo: hubo una exclamación pública -“¡Oh!; es egipcia! ¡egipcia! ¡egipcia…!” y yo con orgullo refutaba -Cultura Valdivia de Ecuador de casi 5.000 años de antigüedad.

Entonces, hasta hoy, en que la Dirección de este Colegio ha acordado ponerle mi nombre a esta Sala de las Culturas, me siento orgullosa y engrandecida diciendo ¡Gracias! ¡Gracias!

Al tiempo que le paso como herencia a la actual Rectora del Plantel Dra. Lily Arenas de Cajas -mi hija- ésta, la pieza Valdivia de casi 5.000 años de antigüedad; que la encontré en una de mis carreras arqueológicas con -mi hombre amado- y el Arqueólogo danés Olaf Holm, a quien le iba enseñando una ruta de la Cultura Valdivia, descubierta por Emilio Estrada y los arqueólogos Betty Mayer y Clifford Evans del Museo Smitsoniano de Washintong Arqueólogos éstos con los que tuve también el honor de participar como ayudante en alguna excavación,  mientras fui maestra en Olón-Manglaralto.

Volviendo a la pieza Valdivia, la encontré entre las piedras que bordeaban el río Valdivia en Sta. Elena.

De ahí hasta hoy, que me honran con la designación de mi nombre a esta sala de las Culturas; le hago eco, mientras viva a Mercedes Sosa:  cantando “¡Gracias! ¡Gracias a la vida… que me ha dado tanto…”

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Su nombre lo dice todo

Fue sepultado sin hábito pero era el hermano más hermano de las Escuelas Cristianas del Ecuador. Lo acompañó en su sepultura ese traje azul marino con el que, sin querer haber llegado a ser rector o superior del Colegio y de su orden religiosa, impuso más respeto, dignidad, sobriedad y cariño que cualquier otro. Era la institución dentro de la institución.

Qué chocantes puede que resulten estas palabras a algunos pero creo que en honor a la verdad era el mejor. Y en honor al honor que merece esa insigne institución llamada San José, cuando algún joven pregunte cómo debe ser para convertirse en un buen hermano de las escuelas de La Salle, un buen amigo, un buen maestro, un buen educador, un buen cristiano, todos a una deben responder: como Adolfo Armijos!

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