Muchas veces llega a mi mente el recuerdo de la India. A veces a manera de olores, como el fresco y suave olor de los Himalaya, a veces como la imagen de velitas encendidas y fuegos artificiales a lo lejos, mientras yo contemplaba todo, sentada sobre la vereda afuera de la estación del tren. Era un 27 de octubre, llegamos de Rishikesh a Nueva Delhi el día del inicio del Diwali… No había taxi que nos llevará al hotel. No había gente en las calles, solo luces y mis amigos y yo con nuestro equipaje, esperando…
La palabra Diwali viene del sánscrito dipavali, que significa “hilera de luces”. El Diwali es una de las mayores fiestas de la India y las luces son la clave de esta celebración que dura cinco días, marca el inicio del año nuevo. La luz ilumina a Rama en el camino de regreso a casa. En esta fiesta se celebra el triunfo de la luz sobre la oscuridad, del bien sobre el mal.
Cada año, entre octubre y noviembre, los hindúes entre ellos adeptos a varias religiones como el hinduismo, jainismo y sijismo, celebran el Diwali o fiesta de las luces. Esta fiesta es un auténtico festival, el más famoso de Asia.
En la antigüedad el Diwali era la fiesta de la cosecha.
La gente se viste con sus mejores atuendos; las mujeres usan elegantes saris hechos de seda, crepe, gasa y terciopelo. Los hombres visten kurta y dhoti.
Así, cada año, entre el 23 de octubre y el 15 de noviembre, en la India se conmemora el regreso triunfal del príncipe Rama a la ciudad de Ayodhya, luego de rescatar a su esposa Sita, tras 14 años de exilio debido a las conspiraciones de su malvada madrastra y de su rival el rey Ravana.
Estas historias recorren mi mente una y otra vez y también me imagino a un Rama poderoso y fuerte entrando en la ciudad, caminando en medio de las luces; pienso también en la época en que comencé a practicar yoga y los años siguientes a eso, mientras escucho a Donna De Lory cantando: “Guru Om”.
Ahora es enero, la celebración del año nuevo ya pasó aquí y en la India; el Ganges está tan lejos; estoy en medio del calor sobre el río Guayas…
Mis ojos cerrados, los recuerdos en los sentidos, la suave brisa, las ganas de estar ahí, de recuperar mis sueños del ayer, de volver atrás.