A veces pienso que no fue en vano haber dudado. No fue en vano haber tropezado, haberme hecho preguntas.
A veces pienso que no fue en vano haber transcurrido períodos inciertos. Pero no hablo del “afuera”. No me refiero a situaciones de enfermedad o necesidad económica. No, no, nada de eso. Me refiero a momentos internos muy míos. A esos tiempos donde la vida te presenta diferentes desafíos. Momentos para decidir si seguís o te desviás. Donde tenés, incluso, sentimientos opuestos a lo que dice tu mente (o tu consciencia, no sé).
A veces pienso que no fue en vano haber sufrido, haberme vuelto a hacer preguntas una y otra vez.
La vida es una constante decisión. ES elegir todo el tiempo. De hecho, es eso lo que me trae devuelta. Son mis dudas, mis preguntas quienes una y otra vez me regresan a casa. Fue todo eso lo que hoy agrandó mi fe. Fue todo eso, cada momento, cada encrucijada, cada tentación en mi camino, lo que hoy me permite “ser”.
A veces pienso que no fue en vano haber sentido que las estructuras que tenía se cayeran a tal punto de no quedar nada de nada. Al punto de quedar expuesta, desnuda ante Dios. Para volver a decidir, esta vez o, mejor dicho, otra vez, el camino que me lleva a mi verdadero hogar. Sin ninguna atadura. Más libre. Más segura, más feliz.