Todos somos mentirosos, usted más que yo. Mentimos al menos dos veces por día y comenzamos a los tres años de edad. La primera mentira debe haber sido cuando negamos haber cometido una malacrianza a nuestros padres.
La mentira, presente en todos los órdenes de la vida, nos las recuerdan los refranes, aforismos, sentencias, poemas y las canciones donde el embuste protagoniza la escena.
Acaba de recordárnoslo Luis Miguel en Quito suplicando a su amada que le mienta con un beso que le hable de amor; Camilo Sexto le dice a su mujer que llega tarde a casa que la mentira se perdona si se trata de seguir viviendo juntos; David Bisbal le pide a su amada que le mienta hasta que muera de dolor: Rolando Laserie en cambio asegura que es mentira que tú me has olvidado; la canción “La Mentira” compuesta por Alvaro Carrillo estuvo de moda por años; José Luis Guerra asegura: yo sé que es mentira, por la sinceridad con que tus ojos me miran; una de las mejores letras sobre este tema la escribieron Mana y Shakira y paradójicamente el titulo se llama mi verdad.
¿Pero que es la verdad? La verdad es la coincidencia entre una afirmación y los hechos o la realidad. El problema es que la realidad casi siempre está equivocada. Eso que nada en el mundo es verdad…es mentira. En amores hay ironías, mintiendo a una persona para no perderla y luego perderla por haber mentido.
De niños disfrutamos la lectura de Pinocho un muñeco de madera cuya nariz crece cada vez que dice una mentira.
En la película liar, liar, protagonizada por Jim Carrey un abogado, no puede mentir durante 24 horas, debido a un deseo de cumpleaños de su hijo que, mágicamente, se hace realidad.
La fábula de El Pastor Mentiroso tiene como moraleja la consecuencia que puede traer el mentir por costumbre, anunciando “ya viene el lobo”.
Ramón de Campoamor decía: “En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según del color del cristal con que se mira”.
Por mucho tiempo fueron reconocidas como las tres mentiras clásicas ecuatorianas las siguientes: préstame cinco sucres que mañana te los devuelvo; un trago más y nos vamos; y el más connotado, solo la puntita. En mi puritanismo de la época, jamás entendí la tercera. Debe haber sido que entonces usábamos lápiz en el colegio y con el sacapuntas debíamos hacerlo solo hasta la puntita, porque se quebraba luego.
Para San Agustín existen ocho clases de mentiras: las mentiras en la enseñanza religiosa; las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie; las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien; las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida; las que hacen daño y ayudan a alguien; las mentiras que surgen por el mero placer de mentir; las mentiras dichas para complacer a los demás; y las mentiras que no hacen daño y protegen la «pureza» de alguien.
“¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”.
-Antonio Machado-