No hay dolor más grande, de un padre o de una madre, o de ambos, que la pérdida de un hijo/a, cualesquiera que sea la circunstancia que la provoque.
Recuerdo a mi tía Ana Pérez de Calderón Pérez, quien perdió en un tiempo no mayor a cinco años, a sus tres hijos varones: Alfredo de 41/42, Francisco de 45 y Carlos de 47. Lo normal es que enterremos a nuestros padres, aqui fue lo contrario, ese dolor lo llevó hasta su tumba.
En la actualidad, hay Psicólogas Clínicas especializadas en curar el dolor de una madre que ha perdido su niño/a, en el vientre o recién nacido. Con su muerte se acaba la ilusión del niño que está por nacer y de su entorno, su padre, sus abuelos, sus hermanitos/as, sus amigos más allegados. Todos/as sufrirán esa pérdida. Lo recomendable es salir nuevamente embarazada, pero con mayores cuidados, durante los días del embarazo. Se mitiga el dolor de alguna manera con el nuevo nacimiento.
Días atrás, falleció el hijo del Ab. Jorge Plaza Arosemena, una bala perdida de un malandro, impactó en su humanidad y pese a los cuidados de los médicos que trataron de salvarle la vida, falleció. No pude asistir a su velorio, espero estar a los 30 días en la Iglesia, para darle el abrazo que le debo.
Conocí a Jorge, desde el Colegio Javier, muy buen estudiante, posteriormente, buen abogado y luego como funcionario, en la Super Compañías en Guayaquil,como Intendente, muy honesto y preocupado por los casos en que demandaban a la Super Compañías, de la cual yo era el Procurador Judicial del Superintendente de Compañías,
En alguna ocasión me llamó a la casa, para indicarme que no me olvide de ir al juzgado respectivo, por algún caso que le preocupaba, le dije: Jorge son las tres de la mañana, disculpame Sucre, es que no he podido dormir por la preocupación. Al día siguiente fui a los casilleros judiciales, al juzgado respectivo y el juicio no se había movido, no había ninguna novedad, así se lo hice saber, tan pronto regresé a la Intendencia de Compañías.
Durante su permanencia en la Intendencia de Compañías, Jorge perdió a su madre, una Matrona Guayaquileña, muy católica, ahí pude comprobar lo sensible que era, su muerte lo efecto, por supuesto, como todo ser humano que pierde a su madre.
Hace no mucho tiempo, falleció su hermano mayor, Antonio. Fuí al velorio a darle el pésame a Lolita R., la viuda,, le pregunté por Jorge, me indicó, todavía no llega, esperé, pero me retiré sin verlo, por asuntos judiciales que requerían mi presencia.
Estaré atento a la misa de los treinta días, para darle un fuerte abrazo, a su padre, a su cónyuge, a sus hijos y más cercanos familiares.
Que Dios lo tenga en su gloria.