21 noviembre, 2024

Nada por decir

Tengo tanto por decir, pero a la vez no quiero decir nada, así de contradictoria me levanto a veces. Cuando suceden demasiadas cosas negativas en el entorno, todas al mismo tiempo, creo que es preferible refugiarse en el silencio, al menos eso intento, pero ya ven, aquí estoy escribiendo este artículo, justo en el día que se celebra a la mujer, espero haber enviado a cada una de las que me rodean, un mensaje que corrobore lo importante de nuestro aporte, desde cualquier ámbito, para la sociedad. Recibí sus muestras de afecto con mucha emoción. ¡Feliz día, amigas queridas!

Regresando a la idea principal, créanme, hago un esfuerzo diario por no caer en ese pesimismo abrumador al que las acciones humanas nos empujan. Decidí hace unos años no comprar periódicos físicos, tampoco me suscribo a ellos en redes sociales, sería un desperdicio de dinero, pues leemos una noticia extemporánea, alguien se adelanta con la «primicia», desacreditando el valor informativo de la tan manoseada verdad. 

El término «noticias falsas» se refiere a información falsa o engañosa que se disfraza de noticia legítima.

En la actualidad, el desborde de imágenes y videos nos impide, o mas bien nos dificulta separar lo real de lo ficticio, y la inmediatez nos sube en una noria imparable de mediocridad. Esa paupérrima condición empeora ante la insistencia de ciertos medios de comunicación, que al pretender ser imparciales solo muestran un producto sesgado a sus intereses económicos. En términos periodísticos, según lo que aprendí hace unas semanas en un seminario dictado por la USFQ, se ha utilizado mal el término fake news, al referirse a una noticia falsa, simplemente no se puede llamar «noticia» si la misma carece de veracidad.

Hay temas que son tratados con ligereza, solo nos presentan un titular y algo de contenido que lo sustente, como por ejemplo: el aumento de la tasa de suicidios y desempleo, el asesinato y violación de niños y adolescentes; nos maquillan cifras e intentan desviar la atención con asuntos superfluos, imagino que para no «alarmar» a esta sociedad, golpeada por la inseguridad, secuestros y extorsiones, lo que provoca una falsa sensación de bienestar. 

Quisiera ver o escuchar noticias optimistas que perduren en el tiempo, que no sean efímeras, que los políticos realicen su labor a cabalidad, por amor a la patria que tanto vociferan defender en campañas. 

Con los últimos acontecimientos, somos testigos de una decadencia moral y social sin precedentes, tenemos un elevado grado de culpa, ya que nos dejamos llevar por el bombardeo de esa publicidad que apela a los sentimientos, de la cual los asesores de los gobernantes hacen uso reiterado para crear una imagen que, en pocas ocasiones, encaja con la versión real de los protagonistas.

No quería decir nada, pero siempre hay algo por decir, y alguien como yo no puede quedarse callada, porque si me han dado la oportunidad para que usted lea estas palabras, es mi deber como comunicadora expresar mis pensamientos con sinceridad. Tampoco pretendo sacarlos de su burbuja, cada quien vive, piensa y siente diferente, los valores morales difieren de un hogar a otro, solo deseo que ya que todos estamos en este mundo, hagamos de él un mejor lugar para desarrollarnos como personas y profesionales. Trabajemos por dejar un legado para las futuras generaciones, donde prevalezca la honestidad. Hay que rescatar lo positivo que tiene la sociedad ecuatoriana, dejando a un lado la desesperanza que consume nuestras ilusiones. 



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