En los grandes centros académicos del Primer Mundo, se viene discutiendo desde hace varios años, si el principal determinante del progreso humano es la institucionalidad o los valores culturales. Distinguidos economistas, como el Douglass North, quien ganó el premio Nóbel por su estudio del desarrollo económico mundial desde el siglo XVI hasta el XX, es el padre de la Economía Institucional moderna y lidera esta corriente. Thomas Sowell, quien tiene más de 40 libros sobre valores culturales en varios países a través de la historia, lidera la otra corriente. Para los primeros, sin institucionalidad no puede haber inversión, garantías, buen sistema de gobierno, protección de la ley, etc. Ponen como ejemplos a los países árabes petroleros, que teniendo miles de millones de dólares en recursos naturales, su pueblo es pobre y atrasado. Otro ejemplo es América Latina. Los que sostienen que los valores culturales son los que facilitan el progreso, ponen los mismos ejemplos, pero de diferente perspectiva. Ellos sostienen que los árabes y latinoamericanos no tienen cultura orientada a la producción ni creación de riqueza: no son organizados, disciplinados, austeros, etc.
Personalmente pienso que ambos tienen razón. En mi obra Análisis del Entorno, las fuerzas que afectan a las empresas y prosperidad del país que se usó como texto de estudio en una materia en ESPAE , dedico un capítulo a la institucionalidad y otro a los valores culturales. Estoy convencido de que sin estos dos determinantes, jamás se sale de la pobreza; sin ellos no puede haber educación, protección a la propiedad privada e intelectual, inversión, emprendimiento, innovación, tecnología, etc.
Los romanos dominaron el mundo por más de 900 años porque se interesaron en crear un sólido cimiento institucional. En Inglaterra nació la Revolución Industrial y se convirtió en el país más próspero del mundo, por la misma razón. Posteriormente otros países tomaron la delantera haciendo lo mismo. La mayoría de los sistemas legales occidentales surgieron del romano.
En América Latina, la institucionalidad y los valores culturales brillan por su ausencia; en Ecuador, la situación es patética, ha llegado al límite de la irracionalidad. Ecuador vive una tragedia de institucionalidad.
En mi obra, comienzo el capítulo de las instituciones citando a dos Premio Nóbel en Economía, el primero estadounidense y el segundo, hindú. Los cito a continuación. Mancar Olson:
“Cuando se pregunta uno: ¿por qué algunas naciones son ricas mientras otras son pobres? La idea clave es que las naciones producen dentro de sus fronteras no aquello que la dotación de recursos permite, sino aquello que las instituciones y las políticas públicas permiten«.
Amartya Sen:
«Los individuos viven y operan en un mundo de instituciones, muchas de las cuales trascienden las fronteras estatales. Nuestras oportunidades y perspectivas dependen crucialmente de las instituciones que existen y de cómo funcionan….»
Desde los primeros imperios, los gobernantes reconocieron que las sociedades necesitaban tener reglas, normas y principios claros, así como organizaciones para estar vigilantes del cumplimiento de los mismos. Hasta la actualidad, todos los pueblos que han querido forjar un destino colectivo, consistente y durable, se han asegurado de tener un sólido marco institucional. El inglés Adam Smith, creador del capitalismo y posiblemente el más grande economista de todos los tiempos, también reconoció la importancia de las instituciones. En su magna obra, La riqueza de las naciones (1776), afirma:
“El comercio y la manufactura no pueden florecer en el largo plazo, si no disfrutan de buena administración de justicia, si la gente no tiene la protección del derecho a la propiedad, si los contratos no están protegidos por la ley…”.
En Ecuador reina la anarquía institucional. Nuestros gobernantes no se han interesado en diseñar políticas institucionales eficaces. Por ello es que no todas las actividades económicas son favorables a todos y tenemos un sistema de mercado que no es inclusivo ni integrado, por lo que nunca ha existido una verdadera economía de mercado en Ecuador, limitando sus oportunidades.
Cómo puede haber institucionalidad en nuestro país, si la constitución que es el emblema de la institucionalidad ha sido cambiada 20 veces y permanentemente se la viola. ¿Cómo podemos tener institucionalidad, cuando nuestro Congreso es un circo, donde no hay respeto entre los diputados? ¿Cómo podemos tener institucionalidad en el poder Judicial, donde la corrupción campea y la mayoría de los juicios se ganan con coimas, no con talento y conocimiento de la ley?