Es posible que este versículo 114 del evangelio de Tomás tenga otra connotación, para quienes crean…que en cada huella evangélica solo hay misticismo. Todo es posible.
Misticismo, sin embargo, que solo hace presencia en tanto el bienestar espiritual del hombre. Criterio inventado por el hombre, para su propia satisfacción, que le permite creerse superior, en cuanto a género. Pues para la época, “ las hembras no son dignas de la vida y están de más en las reuniones de los hombres, pues que no tienen la capacidad suficiente para participar de los asuntos que se traten”. Es que la mujer, al margen de su definición natural femenina, para estos tiempos, como parte de su adoctrinamiento desde la cuna, solo era fuente biológica de reproducción.
Machismo que demuestra más que ignorancia, desprecio a la relación de la mujer en la comunidad. ¿Es que puede aceptarse como realidad social una comunidad al margen de la presencia femenina? Lo grave es que al darse esta situación se espera, torpemente, que para subsistir en la tierra o entrar en el “reino de los cielos”, la mujer está obligada a expresar cualidades varoniles. Algo que no puede comprenderse sino como perversión ideológica en el hombre, incapaz de saberse, antes que nada, hijo de mujer.
¿ La mujer resulta así solo un accidente de la sociedad y en los Cielos no tiene reconocimiento válido?. Está claro que ambos sucesos están diseñados por el hombre y que por su gestión política, define, a su antojo, el “accidente social femenino” o la validez del reconocimientos del hombre en los cielos. En verdad la llamada “salvación” no le pertenece a la mujer, pues que en un mundo formado y direccionado por el hombre, no existe un ápice de incumbencia femenina. Los Cielos como la tierra solo son del hombre… Y en este contexto recalcitrante de una sociedad tan mañosamente establecida, la mujer podrá vivir en el Reino de los Cielos, solo si es semejante al varón.