¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? Es la pregunta del salmista ante lo que va viendo en el desarrollo de la historia, tiene un protagonismo inmenso, por ello aclama “lo hiciste inferior a los ángeles” (salmo 8). Y ese es el problema del ser humano, se cree mucho, se cree “dios”, y por ello hoy no nos ponemos de acuerdo en entendernos y que, nuestras intenciones y acciones confluyan hacía un fin común, un proyecto de humanidad, un proyecto de hermano, como decía José Ignacio Gonzáles Faus.
Tratar de comprendernos como individuos-personas y como sociedad-comunidad es una de las grandes tareas que nos hemos puesto a lo largo de la historia. Respuestas, modelos estereotipos son de lo más variados. Desde el animal racional hasta el “homo cogitans” –el pienso luego existo- de Descartes, en la era ilustrada, de “homo faber”, hombre máquina, de la era industrial, al “homo ludens”, hombre lúdico, de la pos-modernidad, al hombre/mujer digital de nuestra era. ¿Conclusión? Representa la necesidad de ponernos siempre en camino y no creer que nuestra esencia-identidad y misión-dinamismo en la vida, es fija, está ya dada o realizada. Si algo une esta variedad policromática de comprensiones es que estamos en búsqueda, somos siendo y nos vamos haciendo.
El gran error que hemos tenido en nuestra historia de autocomprensión es creer que nos conocemos, que sabemos lo que somos. La historia se encarga de hacernos mirar al espejo de nuestra realidad y de no engañarnos y si somos honestos con lo real, con nosotros mismos reconoceríamos mucha belleza superficial, mucha presunción en el obrar y poco resultado en el amor/actuar. Los modelos de éxito de hoy se reducen al espectáculo, al gerente con lucros y resultados, al acumular títulos universitarios sin solucionar los problemas del país y menos de las relaciones humanas. Alguien llamó al hombre/mujer de hoy el “hombre light”.
¿Quién salva a este mundo? ¿Quién rescata al ser humano de su engaño o falsa visión? Algún pensador hace una confrontación dialéctica entre “Narciso” y “Prometeo”. Entre mirarse solo así mismo como única manera de encontrar solución a los desafíos de la historia. Caso Narciso. O creerse el super hombre/mujer que puede robar el fuego de los dioses y ser él el único que tiene la varita mágica para los males de la existencia. Ni el egoísmo, ni altruismos sacrificados, exorbitantes han sido la solución. “El hombre rebelde” de A. Camus, es el buscador que no se amolda a un esquema, a una triste realidad. Y en eso los jóvenes son campeones y podemos aprender mucho de ellos. ¿Qué más puedo hacer? Preguntaba el joven a Jesús (Lc 10).
Cuando usamos la palabra “salvación”, que en nuestra cultura occidental tiene connotaciones religiosas, que viene de lo alto, de afuera del ser humano, nos ha traído un ser humano o sumiso o rebelde. Sumiso como comprender que ese “Dios” es el que tiene que obrar para yo no condenarme, salir de las tinieblas dice el evangelio de Juan. Por ello, conviene hacer énfasis en lo que hoy se reflexiona en filosofía y teología para que el creyente pueda aportar una palabra que ayude a entendernos quiénes somos, pero sobre todo que podamos compartir lo mejor de nuestra experiencia y poder convivir con otros, en especial si son diferentes. Entonces:
“Hablar de salvación es plantearse el sentido último de la vida. Sería desplegar las más elevadas posibilidades humanas. El término “salvación” tiene connotación negativa y eso es muy peligroso a la hora de entender el evangelio. El pensar en la salvación en términos negativos ha paralizado nuestra vida espiritual. He creído que, si elimino el pecado, estoy salvado. Salvarse no es evitar la condenación, sino llevarnos a plenitud de ser, al límite las posibilidades de nuestro verdadero ser. La verdadera salvación no puede venirme de fuera; tiene que surgir de lo más hondo de mi ser. Desde ahí, Dios hace posible mi plenitud. Hay que tener claro que me salva totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La acción de Dios y la del hombre, ni se suman ni se restan ni se interfieren, porque son de naturaleza distinta. «Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti» (S. Agustín). Todo lo que depende de Dios ya está hecho. Para que se complete mi salvación solo falta lo que depende de mí”. (Fray Marcos).
Hoy debemos tener claro lo que no es salvación, que conlleva falsas imágenes de ser humano: El hombre empecatado sin posibilidad de salir del fango
Sálvese quien pueda. El hombre individual sin conexión social con los demás.
Tengo un alma que salvar y es cosa exclusivamente mía.
Se salva el alma, no los cuerpos.
Salvación es, entonces, desplegar lo que nos hace plenamente humanos. A medida que nos hacemos más humanos, crece nuestra plenitud. Salvarse día a día es el desafío, eso es aprender a vivir con sabiduría y sentido. Escuchar los consejos que da el padre a sus hijos, es estar en camino. Como lo hace Martín Fierro en la literatura guacha-argentina:
Hay hombres que de su ciencia tienen la cabeza llena; Hay sabios de todas menas, Mas digo, sin ser muy ducho: Es mejor que aprender mucho. El aprender cosas buenas.
El hombre, de una mirada todo ha de verlo al momento: El primer, conocimiento es conocer cuándo enfada. Su esperanza no la cifren nunca en corazón alguno;
En el mayor infortunio pongan su confianza en Dios;
El hombre ha de ser prudente para librarse de enojos; Cauteloso entre los flojos, Moderado entre valientes. El trabajar es la ley, Porque es preciso alquirir; No se espongan a sufrir una triste situación: Sangra mucho el corazón del que tiene que pedir.
PARA PENSAR
¿QUÉ TIPO DE H/M ERES?
Digital o Integral es la cuestión.
¿QUÉ DIFICULTA EL COMPRENDERNOS?
Mala visión del mundo, de Dios o del ser humano
¿QUÉ NOS HACE SABIOS?
Desarrollar lo propio y escuchar consejos.