La eutanasia está nuevamente en los titulares de las noticias, sin embargo deseo hacer notar que es un tema recurrente y que ha sido suficientemente discutido desde el punto de vista moral.
A finales de 1995, igual que ahora, se discutía destacando pros y contras de este tema. El Arzobispo de Guayaquil de ese entonces, Monseñor Juan Larrea Holguín hizo una larga exposición, que aclara las dudas de este conflictivo tema.
Deseo transmitir la enseñanza que impartió Monseñor Juan Larrea Holguín:
«Cuando prevalece la tendencia a apreciar la vida sólo en la medida en que da placer y bienestar, el sufrimiento aparece como una amenaza insoportable de la que es preciso liberarse a toda costa. La muerte considerada «absurda» cuando interrumpe por sorpresa una vida todavía abierta a un futuro rico de posibles experiencias interesantes, se convierte en una «liberación reivindicada» cuando se considera que la existencia carece de sentido por estar sumergida en el dolor e inexorablemente condenada a un sufrimiento posterior más agudo (…) En semejante contexto es cada vez más fuerte la tentación de la eutanasia, esto es, de adueñarse de la muerte, procurándola de modo anticipado y poniendo así fin «dulcemente’ a la propia vida o a la de otros». (Juan Pablo II, Evangeiium Vitae, n.64).
185.¿De dónde procede el falso razonamiento de la eutanasia?
– La eutanasia se funda en el desconocimiento de la fundamental relación del hombre con Dios, pérdida del sentido cristiano del dolor y un falso y egoísta sentimentalismo.
186. ¿Tiene algún sentido la vida en medio de grandes dolores físicos o morales?
– Los dolores físicos o morales no hacen inútil la vida; por el contrario, pueden ser ocasión de grandes méritos para la vida eterna y aún de estímulo para grandes realizaciones temporales, como se comprueba en la existencia de muchas personas.
187. ¿Puede el hombre poner fin a su propia vida o a la del prójimo, para evitar el sufrimiento?
– No se puede provocar directamente la muerte propia (suicidio).ni la de otro (homicidio), para evitar dolores, porque la vida vale más que la salud o el bienestar, y sólo Dios puede disponer de ella.
188. ¿Es lícito tratar de evitar o disminuir el dolor?
– Sí es lícito tratar de evitar o disminuir el dolor, y por eso se pueden emplear analgésicos o sedantes y aún recurrir a operaciones quirúrgicas con tal finalidad. Además, el consuelo de la compañía, el cariño, las delicadezas con el enfermo, son medios muy buenos de paliar los sufrimientos.
189. ¿Pueden emplearse esos remedios u operaciones, aun sabiendo que con ellos puede acortarse la duración de la vida?
– Sí se pueden emplear esos procedimientos aún a riesgo de acortar la vida, siempre que consienta el enfermo y no se le impida el cumplimiento de deberes religiosos o morales.
190.¿Está obligada una persona a soportar el «ensañamiento terapéutico» a sufrir dolores extraordinarios para prolongar su existencia?
– No hay obligación de soportar dolores desproporcionados a afrontar gastos demasiado gravosos para uno mismo o la familia, para una prolongación precaria y penosa de la vida: se puede renunciar a emplear esos medios extraordinarios, pero se deben seguir las curaciones normales debidas al enfermo en casos similares.
191. ¿La renuncia a usar curaciones extraordinarias, ¿no es una manera de suicidarse?
– El renunciar a medios extraordinarios, no es un suicidio o eutanasia, sino más bien la aceptación de la condición humana ante la muerte, y puede tener un valor moral positivo.
192.¿ Hay obligación de tomar sedantes o analgésicos, ante dolores
muy serios?
– Se pueden tomar esos calmantes del dolor, pero no hay obligación de hacerlo. Una persona puede también aceptar y soportar el dolor, libremente y convertirlo en medio de purificación interior y de mérito, uniéndose a los sufrimientos de Jesucristo.
193. ¿Qué ha definido formalmente el Papa sobre la eutanasia?
– «Hechas estas distinciones, de acuerdo con el Magisterio de sus predecesores y en comunión con los obispos de la Iglesia Católica, el Papa confirma que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios en cuanto eliminación deliberada de una persona humana»