La Revolución Industrial marcó un punto de inflexión en la historia de las dinámicas sociales, con la acelerada migración hacia los centros urbanos y la necesidad apremiante de alojar a una creciente población trabajadora. En ese momento, el enfoque urbanístico estaba predominantemente centrado en abordar las necesidades de vivienda de la clase obrera y en expandir las ciudades para dar cabida al crecimiento industrial y comercial; lo que en muchos países aún no se alcanzado con dignidad. Sin embargo, en el panorama actual, caracterizado por la rápida evolución tecnológica acelerada por la pandemia global, surgen interrogantes sobre el futuro de la forma en que vivimos y la viabilidad de las megaciudades.
La pandemia ha acelerado tendencias que ya estaban en marcha, como el trabajo remoto, la digitalización de la economía y la descentralización de las actividades comerciales: un posible destello de un futuro latente. En este contexto, nos vemos obligados a cuestionar si las megaciudades seguirán siendo el epicentro del desarrollo económico y social en el futuro.
Tradicionalmente, la concentración urbana ha sido considerada como una estrategia eficiente para optimizar el uso del suelo, la infraestructura y los recursos. Sin embargo, la realidad actual nos muestra que la densificación extrema puede generar problemas de calidad de vida, falta de oportunidades y pérdida de conexión social. Especialmente en lugares donde el crecimiento de la ciudad supera de forma abrumadora la capacidad gestora de acompañar con infraestructura, servicios, oportunidades, etc.
Las megaciudades, paradójicamente, pueden ser lugares donde la sociabilización se ve obstaculizada por el anonimato y la alienación que caracterizan la vida urbana en masa.
El surgimiento de economías remotas y digitales, junto con la automatización de procesos y la hiper conectividad digital, plantea la posibilidad de un cambio de paradigma en la forma en que concebimos el urbanismo. Es posible que ya no necesitemos concentrarnos en centros urbanos ultra poblados para acceder a oportunidades económicas y culturales, especialmente cuando la tecnología nos permite estar conectados en todo momento, desde cualquier lugar del mundo.
Pudiendo esto elevarse a niveles no imaginados, como ha sido natural en la historia del desarrollo de la humanidad.
Esta nueva dinámica nos lleva a reflexionar sobre el futuro de las ciudades y la posibilidad de una dispersión más equitativa de la población. La descentralización podría significar la creación de comunidades más pequeñas y autosuficientes, donde la calidad de vida y la conexión con el entorno natural sean prioritarias. Además, una distribución más equitativa de la población podría reducir la presión sobre los recursos urbanos y mitigar los problemas asociados con la congestión y la contaminación. Ciertamente puede traer también infinitos problemas y desventajas, las cuales rigen el principio de concentración que hoy predomina globalmente.
E probable que las ciudades sigan siendo la mejor opción para el desarrollo de la humanidad, no lo sabemos. También puede que el desarrollo técnico, tecnológico y digital desemboque en el fin de las mega ciudades.
Me encantó el tema, los trabajos remotos son una realidad actual, ya no se necesita vivir en una ubicación central para poder estar cerca del trabajo. Esto podría ayudar mucho a cambiar la forma de pensar tradicional.