De manera sistemática, Latinoamérica y países del primer mundo han venido perdiendo su soberanía social, política y económica. El virus de la corrupción está presente, permeando de manera más profunda en la sociedad. Cito unos ejemplos de este patrón que está generalizado a todo nivel: nacional, regional y geopolítico.
Luis Caputo. Ministro de economía nombrado por Javier Milei, tuvo causas penales durante su participación en previos gobiernos y aún existen acusaciones e investigaciones en curso, casi detenidas, que involucran también al Fondo Monetario Internacional
Pedro Sánchez. Jefe de gobierno español, está siendo investigado por la fiscalía española y cuerpos del parlamento europeo por favorecer una ley de amnistía a grupos separatistas a cambio de votos para su reelección. Miembros de su entorno más cercano están siendo investigados por malversación de fondos en varias causas
Ursula von der Leyen. Actual presidente de la comisión europea y espera relegirse este 2024. Junto con su esposo, protagonizaron investigaciones que aún no se esclarecen sobre las negociaciones de vacunas para el Covid fabricadas por Pfizer.
Josehp Biden. Presidente de los Estados Unidos y personero público desde 1973. Su hermano, hijo y otros familiares están siendo investigados por varios casos de corrupción utilizando su posición de influencia y función en el gobierno, los cuales incluyen una serie de cuentas en paraísos fiscales.
Estos pocos ejemplos ilustran el espiral sin salida que existe, no es un mal solo de países subdesarrollados, los síntomas son los mismos, comisiones de congresos y agencias de gobierno inmersos en sesiones interminables acusándose y defendiéndose a costa de los sueldos pagados por sus ciudadanos, mientras cada día nos desayunamos un nuevo caso de corrupción.
Fiscalías que no se dan abasto para las investigaciones, agreguen a ello el dinero para organizar procesos electorales y recursos robados que nunca se recuperan, el costo económico que terminamos pagando podría ser calculable, pero la desconfianza en el sistema democrático se va destruyendo por quienes llamamos líderes, representantes de nuestra sociedad y en cierta forma a quienes deberíamos de emular.
La sociedad civil, de manera gradual se ha convertido en parte del problema, su indiferencia y reducida participación activa en los aconteceres locales y globales ha permitido que se forme una grieta enorme que la corrupción utiliza para expandirse y permear en espacios que están consagrados en favor de sus ciudadanos por sus constituciones.
La casi nula participación ciudadana nos ha convertido en pueblos reaccionarios donde su única salida de escape es la protesta, entonces ya estamos tarde, pasamos a ser parte de una obra teatral planificada, que nos enfrenta a nosotros mismos, entonces el gobierno toma más espacio y poder, aplicando nuevas restricciones a nuestras libertades, impuestos y medidas coercitivas.
Y de gota en gota y sin darnos cuenta estamos pasando de estados de derecho a estados totalitarios. Estos patrones ya se vienen dando en países mucho más desarrollados que los de Latinoamérica, nosotros no somos la excepción, es parte de una agenda planificada.
Es hora de frenar esta tendencia, dejar de ser reaccionarios y plantear soluciones quizás revolucionarias.