23 noviembre, 2024

La aceptación

La aceptación, pero la aceptación no de algo fácil, no de una pequeña frustración o un diminuto accidente. La aceptación de algo que duele profundamente, la aceptación de situaciones que calan profundo y nos cambian la vida y la angustia penetra hasta los huesos, esa clase de aceptación es muy difícil. 

Esa aceptación de otro quiebre nuevo, esa aceptación que viene luego de haber transitado otra aceptación anterior, de haber ya transitado el camino varias veces. Esa mucho pero mucho más difícil de realizar porque “no vale”, porque “no lo merezco”, porque “hice las cosas bien siempre”, porque “hago lo que se supone que Dios quiere”. 

Evidentemente son tiempos de seguir no entendiendo nada. De salir rotundamente del esquema que llevaba caminando. Tiempos disruptivos de mi vida. Tiempos de seguir caminando por fe y listo. De seguir pidiendo auxilio cada día. De perseverar. De reclamar también. Porque no me quedo callada. En esto de aceptar lo que me toca también me enojo y lloro y grito y reclamo a Dios. Esto de aceptar lo inaceptable es lo más difícil que me tocó. 

Cada vez que me enojo y me embronco, luego de llorar con el alma, vuelvo al suelo. Y ahí me quedo. Esperando algo. Esperando nuevas fuerzas y nuevo ánimo. Porque a veces no me queda ni una gota de nada. Y ahí vuelvo a pedir auxilio. A veces sin siquiera un grano de fe. Solo porque no tengo otro lugar donde ir. Solo porque quizás Sus brazos me atraen, nada más. Y ahí me quedo. Queriendo aceptar lo que hoy me toca enfrentar. Intentando hacerle lugar a la realidad de este momento. Y listo. La vida no tiene recetas. Lamento decepcionar a algunos. La vida no tiene recetas fijas. La vida no tiene respuestas a todo. La vida no es un camino de rosas donde si hacemos A obtenemos B. Es mucho más que eso. Ni siquiera el cristianismo te asegura que la vida va a ser fácil y que Dios te va a responder de la manera que uno espera siempre y vamos a andar por la vida sin problemas. 

Pero sí hay algo que fui y sigo descubriendo en este tiempo de dolor, impotencia y signos de pregunta: que sigo eligiendo transitar lo que me toca de la mano del Creador del Universo. Quizás sea eso. Esa sea la clave. Esa sea la respuesta que necesitaba. Caminar de la mano. Ir reaceptando lo que ya en un momento acepté pero que pensé que ya la vida me iba a dejar tranquila. Quizás sea eso, solo eso, caminar con lo que me toque, agarrada de la mano y mirando para los costados para agarrarle la mano a otro que quizás también esté tratando de aceptar lo que le toque. Quizás no haya respuestas para todo por ahora -y sea bueno no compararnos con nadie, ni con los resultados esperados, ni con nada-. Y en ese caminar de las manos vayamos encontrando la fuerza necesaria para seguir. Y en ese caminar de las manos vaya resurgiendo la esperanza. Y la alegría también asome. Pero una alegría compartida que es más grande aun que la singular y propia. Y en ese caminar de las manos vayamos entendiendo menos y amando más.  Y sea Dios mismo el que finalmente nos de las fuerzas a cada uno y provea la alegría tan esperada. Esa alegría que nadie y nada nos puede quitar. 


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