Nada dura para siempre. Y la experiencia de cada uno de nosotros hace carne esa verdad. Hoy la jarra del chocolate Navideño la he desempolvado del olvido y la he puesto a hervir en el carbón rojisimo del fogón de la abuela. Los cortes de luz van desde la hora señalada y duran toda la incertidumbre y nuestra incomodidad. Toca cocinar a carbón, beber agua del pozo, comer encebollado de balde, comer panes de yuca y papa. Todo está transtornado y en estado regresivo. La cantina del chocolate está limpia y estaba guardada en la repisa. Todo lo que estaba guardado sin resolver ha regresado a nuestra triste existencia. Sin luz, sin inteligencia, con calor, inseguros y con hambre. Muchas cosas nos están pasando juntas. Las plagas de Egipto quedan cortas.
Vivimos en círculos, cuadrados, triángulos y el presidente Noboa que no nos dice nada de fondo y forma. Nos parte la tristeza; cantar llorando, rezar orando, despertar sin luz, medio dormir, medio comer, medio soñar. Nunca en mi vida el hielo de la desazón ha durado más tiempo del necesario. Me siento abandonado y siento al país anonadado, atormentado.
Me apuro en escribir. Ya mismo se va la luz y los ladrones merodean cerca.
Parece que usted señor nació en cuna de oro. Los que nacimos en la década de los 40′ no nos molesta esta situación actual. Se debe aprender a vivir sin quejidos y quejodas. El secreto de vivir está en aceptar lo que sucede y seguir adelante. O es que ya está en la penumbra de la ira?