Cuenta la mitología griega que el rey Minos, con el deseo de atormentar a los hombres y destinarlos a la muerte, construyó una larga sucesión de calles y encrucijadas que impedían encontrar la salida.
A esa construcción se la llamó laberinto y solo fue vencida por Teseo, joven ateniense, cuando Ariadna, hija de Minos, le proporcionó una madeja de hilo que le sirvió para encontrar el camino.
Nosotros, pese a no pertenecer a la civilización Minoica, sí tenemos un laberinto que supera al mitológico pues, poco a poco, lo hemos ido perfeccionando.
Así, por ejemplo, las diferencias entre el presidente de la República y la vicepresidenta afectan al sistema democrático y la imagen de nuestro país en el exterior.
Por otro lado, la delincuencia organizada y el narcotráfico atacan a la población, todo esto se refleja todos los días en las noticias donde aparecen los robos y los secuestros a diario.
Por sentido común, comprendemos que las estrategias tomadas por las autoridades han fracasado, además no existe ecuatoriano que no tenga un familiar o amigo afectado por la delincuencia.
Por lo mismo, lo que se necesita es el temple, la decisión y la vocación democrática que sí tuvieron los ecuatorianos en el pasado para superar problemas.
Si en vez de insultarse el gobierno y los políticos, razonan en forma ecuánime, mejores días vendrán para el Ecuador que agobiado por la delincuencia, el narcotráfico y la grave crisis económica, va perdiendo la fé y la esperanza.
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