Recuerdo perfectamente bien cuando; desde la escuela y repletos de profundo patriotismo, nuestros profesores de Cívica nos inyectaban el inalienable respeto para con nuestro sagrado Himno Nacional, cuyas 6 estrofas encarnan el más puro y profundo amor de patria, cuyos versos le pertenecen al poeta ambateño Juan León Mera Martínez, y su hermosa y fresca melodía al músico de origen francés Antonio Neumane Marno.
Siendo entonces León Mera el autor de la letra y Neumane Marno el compositor de la música, el 14 de noviembre de 1865. Desde entonces, nuestra sagrada identidad de patria, está íntimamente ligada a tan hermoso himno, considerado además después de la Marsellesa (Himno de Francia), esto es, por su riqueza poética y su riqueza melódica, como el segundo mejor himno del mundo.
Es obvio entender que para cualquier país del planeta, su himno local recoge el sentimiento de amor a su patria, que como en nuestro caso, aquello se constituye algo así como en nuestra madre, que sublimiza amor y profundo respeto, que más allá de diferencias étnicas, sociales, culturales, ideológicas y políticas, nuestro himno es nuestra propia piel, nuestro corazón y nuestro cerebro; es decir, nuestra vida misma
En calidad de legislador, por delegación y representación de nuestro Congreso Nacional, he visitado Cuba por más de una ocasión, y a esos niveles tuve la oportunidad de observar; por ejemplo, el inquebrantable respeto de cada cubano a la gigantesca esfinge del Che Guevara, forjada en hierro e incrustada en uno de los edificios de la Plaza de la Revolución de la Habana.
Por lo que, considerando aquello, me resulta por demás imposible imaginar a doña Alondra Santiago cambiar la melodía del himno cubano y cantarlo públicamente e intercalándolo con extravagantes ritmos al puro estilo de RAP, tal cual dicha señora ha hecho con nuestro himno, cuyo burlesco e irrespetuoso canturreo, evidencian además ironía propia de un rebelde e irreverente estilo comunicacional. Se imaginan acaso cual sería entonces la reacción de las autoridades cubanas…?
De tal manera que, al menos en este momento, no debería interesarnos a los ecuatorianos saber bajo que circunstancias la señora Santiago radica en nuestro país y a través de que autoridades de la época se le aprobó su residencia y se le facultó el derecho a laborar a lo largo y ancho de nuestro territorio; y, adicional a aquello, haberle otorgado el derecho a opinar; con o sin agravios, a otras personas y/o políticos a través de sus comentarios.
Total, aquello fue y seguirá siendo responsabilidad de parte de quien o quienes le otorgaron dichos privilegios. Queda pues totalmente claro, que el actual gobierno está en la obligación de pedirle todas y cada una de las explicaciones a la señora en mención por tan lesivo agravio a nuestro país, y aplicar la o las sanciones que en este caso correspondan.
Por otra parte, el agravio de la referida señora, bien se lo puede considerar tal cual de similar, al reciente agravio del presidente de México a nuestro país.
Finalmente, al respecto, se me viene a la memoria el reciente y solemne homenaje a nuestro país, en virtud de los festejos de nuestras fiestas patrias en conmemoración del 24 de mayo, en el cual se entonaron, como lo determina el protocolo, las sagradas notas de nuestro himno.
Dejemos ya de ser pasivos ante la falta desproporcionada de permitir irrespetos a nuestro país; provengan los agravios de donde provengan y/o de quien es el agresor.
O es que pretendemos y/o estamos esperando que desde el más allá, el poeta ambateño Juan León Mera Martínez y Don Antonio Neumane Marno, heridos en su honor, levanten su voz de protesta a fin de que se sancione a tan irrespetuosa señora…?
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Cuando la prepotencia, la altivez y el irrespeto superan la verdadera humildad e inteligencia del ser humano. Estoy seguro que a través de una autentica disculpa al pueblo ecuatoriano de parte de esta señora, entendiendo primero que nuestro himno es como nuestra patria hecha melodía, entonces, y solo entonces, Doña Alondra Santiago podrá sanar nuestras heridas