Siempre el progreso llega a los Estados cuyos gobiernos cumplen la ejecución de una política que trasciende a los intereses de círculos de poder o responden únicamente a razones coyunturales.
En cambio, política, diseñada para el futuro y destinada a la resolución
de los más graves problemas de la nación, es la que mayores beneficios presta a la colectividad. El Ecuador, lamentablemente, ha pecado por omisión en este aspecto
Ahora bien, la política internacional definida con relación a los altos intereses nacionales debería estar orientada a la mejor defensa y afirmación de éstos.
Por otra parte, alcanzar el consenso es propio de los regímenes democráticos, pero al consenso se debe arribar mediante un plan previamente determinado en el que prevalezca la finalidad de lograr los altos intereses nacionales.
Por supuesto, mucho daño nos ha causado la falta de una clara política de Estado destinada únicamente a lograr el beneficio del país, y los cambios repentinos de objetivos o, las posiciones antagónicas, solo han retrasado nuestro avance institucional.
Por lo mismo, la política exterior es un todo, y si se la fracciona, simplemente deja de existir.
Además, hace mucho tiempo que la diplomacia dejó de ser parte de un cuerpo administrativo sin ninguna relevancia para la vida cotidiana de los ciudadanos, todo lo contrario, gran parte de los intereses de los ecuatorianos en un mundo globalizado se juegan hoy en el exterior y es un error pretender definirlos sin la participación de la sociedad ecuatoriana.
Por los motivos expuestos, el país necesita con urgencia una política exterior porque al ser nuestro país pequeño se convierte en una herramienta básica para nuestro desarrollo.