Bolívar, enamorado ciento por ciento de la perfección, buscó siempre hacerla posible en sus gestiones políticas y sociales. Jamás pudo olvidar la antigua Grecia como la perfección por excelencia. En cierta ocasión expresó, que “el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor felicidad, seguridad social y estabilidad práctica”. Sí, la perfección política, social, humana estuvo en su búsqueda hasta su muerte.
Su lamento permanente era que, con las riñas entre quienes luchaban por la liberación de España, los pueblos de América caerían en una profunda descomposición ideológica. Veía con desasosiego el desespero de los soldados por ser generales y tener el mando por la espada. Su llamado constante, por la libertad, fue la unión entre militares y políticos, entre indios, negros, blancos y mulatos…
Días de algarabías republicanas en que el grito político mayoritario era sinónimo de democracia… Bolívar sin embargo aunque la proclamaba, recelaba de su presencia práctica. Además, la América, para Bolívar, “no estaba preparada para ser libre de la metrópoli”. ¿Por qué, entonces, con tal idea contraria a su lucha, pretendía liberar la América?
¡Dudas y recelos! “Es la democracia, decía, un absoluto en que pueden estrellarse todas las esperanzas republicanas”. ¿Entonces para qué insistir en democratizar estos países? Con la federación tampoco estuvo Bolívar muy de acuerdo que, en su entender, traería consigo “la anarquía regularizada”, capaz de arruinar el estado”. ¿Aciertos y contradicciones entre la teoría política y la práctica social?
Para Bolívar eran los gobiernos republicanos lo mejor de lo mejor. Pero vitalicios y además centralizados. O sea, mediando un guiño de ojo, eternos y autoritarios. Si reflexionó sobre la paz fue siempre en el contexto de la lucha armada… junio de 2024.
Grande Bolívar como militar. Fue comparado y no superado por Aníbal y Napoleón, pero como político, su gran ego, autoritarismo y el centralismo que impuso en las naciones que liberó, disminuyeron sus victorias militares.