23 noviembre, 2024

La dolarización no es una panacea

Las sociedades crecen poblacionalmente por su inherente naturaleza; lo contrario contemplaría la extinción humana por atrición propia. El crecimiento económico responde al consumo, llámese inversión, bienes y servicios, que obviamente demanda una contraparte de recursos. A mayor consumo, mayor circulación de dinero. Así, el desarrollo de una sociedad está indisolublemente atado a su consumo.

El Ecuador no solo ha hipotecado su futuro a costa de su encerramiento monetario y nulo crecimiento económico, tampoco es sujeto de crédito, clave para una expansión económica. Solo aquellos con un determinado poder adquisitivo, es decir, que mantienen empleos e ingresos significativos, podrán hacer frente a sus necesidades económicas. Empero, quienes dependen del Estado para solventar sus requerimientos más elementales (salud, educación, etc.) experimentarán una disminución en su calidad de vida porque ese Estado es cada vez más escuálido para responder a la demanda de servicios por una creciente población de necesitados. Esto es lo que hace tiempo sucede en el país, pero también lo que primordialmente envuelve a las sociedades enclaustradas en una preponderancia del Estado por sobre las lógicas reglas de un mercado que jamás dejará de existir.

La dolarización, ilusorio artífice del crecimiento económico, ha sido la gran boya de flotación de las kikuyescas políticas públicas utilizadas indistintamente por los gobiernos. El desprecio por lo correcto es el vanguardismo de los pretenciosos retrógrados. ¡Crecer o desaparecer!

 

 

 

 

 

 

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