21 noviembre, 2024

Cuentos de ficción

Los protagonistas de los cuentos infantiles suelen ser un rey, una reina, y su respectiva descendencia, historias donde al final prevalece el amor y el mal es castigado, aunque la imaginación depende de cada autor, el entorno de castillos medievales rodeados de naturaleza, casi siempre se complementa con duendes y hadas que auxilian a la princesa dubitativa ante las inminentes vicisitudes.

Creo que esos relatos han provocado que nuestras expectativas, en cuanto a relaciones amorosas se refiere, sean altas; encontrar al hombre ideal o a la mujer de belleza absoluta y virtudes desbordadas, dista mucho de la realidad. Cuánto desengaño nos hubiesen ahorrado los cuentistas si, en lugar de inventar inocentes doncellas, creaban más princesas valientes.

Esta reflexión surge por la analogía de la vida de mujeres famosas con los cuentos de hadas, como ejemplo de ello tenemos a Grace Kelly, una de las más bellas dentro del mundo cinematográfico, y cuando se convirtió en princesa dejó sin su musa y rubia favorita, al genio del suspenso psicológico, Alfred Hitchcock. Antes de asumir este nuevo rol, la carrera de Kelly incluía un premio Óscar y varios reconocimientos por sus múltiples actuaciones. Se bajó de esa cúspide en la que ascendió con esfuerzo; para subirse a otra por voluntad propia, en la que además dio como dote los ahorros, fruto de su trabajo.

Recuerdo el día que el accidente de la princesa Grace sorprendió al mundo, mi mamá, fiel admiradora de la realeza, imagino que influenciada por aquellos cuentos de la niñez, estuvo atenta a las noticias. Un reinado de lujos, glamour y encanto, de repente, opacado por un trágico suceso que enlutó, no solo a Mónaco, sino también a Hollywood. 

Es de conocimiento público su recorrido como actriz, así como situaciones familiares y financieras que no precisan mencionarse en este texto, pero existe un aspecto interesante en medio de esa vida ideal «en apariencia» y es que Grace Kelly añoraba la independencia que logró gracias a su profesión, canjeada al protagonizar su cuento de hadas. Tuvo la propuesta de regresar a los escenarios, pero ya como princesa cumplía tareas apegadas a las exigencias de su tradicional esposo, quien se lo impidió. La frustración la encerró en un ambiente en el que, a pesar de tener privilegios, ser admirada por su donaire y su labor altruista, no era realmente feliz.

Diana de Gales es otro ejemplo, en este punto es innecesario hacer un recuento de su vida, porque no alcanzaría a cubrirlo en este artículo, imagino que todos conocen la historia de su desdichado paso por la monarquía inglesa. 

Grace Kelly fue una gran actriz; Lady Di, maestra de párvulos, en ambas desapareció el brillo de sus miradas al transitar por ese camino de sacrificios, que tomaron en aras de un futuro principesco. 

Por último, cito a Marylin Monroe, aunque su interés no era ser princesa, sino Primera dama, ha sido un tema intocable, debido a los escabrosos intereses camuflados en otro cuento de ficción.



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