18 septiembre, 2024

Made in U.S.A.

Donald Trump es un hombre de negocios, lo que mejor entiende son números, desde muy joven fue un ejecutivo y como tal,  no le da vueltas a los asuntos que no le representan beneficios económicos, tiene buen olfato para clasificar a lo que debe ocuparle tiempo y en muchas ocasiones saberse desentender de aquello que no le representa utilidad, por eso el discurso y el protocolo político, no son su fuerte, basta escuchar su lenguaje, es simple y directo.  Si alguien en Latinoamérica está esperando algún milagro diplomático en caso de ser elegido, creo que no es una aspiración sabia

En las últimas dos  semanas vale destacar  dos declaraciones que podrían marcar el futuro de la política internacional y un respiro de esperanza para norteamericanos. Refiriéndose a la guerra en Ucrania “Europa tienen una deuda de más de 100 billones”, donde efectivamente el congreso se burló del mandato del contribuyente y lleva financiado la mayor parte, a pesar de que este conflicto no se inició en el 2022, su historia viene desde la presidencia de B. Clinton. 

En pasadas declaraciones  el primer ministro de Taiwan, Cho Jung-tai  reitero su decisión de mantener la división de desarrollo e investigación  de la industria de semiconductores  dentro de Taiwan, D. Trump difiere, el considera que esa división debería estar en los EEUU, por ello dijo que “Taiwán debería pagarle a EE.UU. por  protegerlo de China”. 

En ambos casos, hoy ni Europa ni Taiwán tienen la capacidad económica para afrontar estas demandas, así que las disputas tendrán que arreglárselas sin el dinero o mejor dicho, la deuda de los norteamericanos.

Su discurso y filosofía  buscan el renacimiento de la economía norteamericana desde sus bases, la industria manufacturera, extracción de materias primas y pioneros tecnológicos, bases que fueron dilapidadas sistemáticamente por ambos partidos con una agenda que ya existía desde la administración de R. Nixon, quien extendió la mano a China para alejarla y debilitar a la  Unión Soviética, meses después China entro a las Naciones Unidas. 

Luego  J. Carter, ayudo a aprobar la membresía de China al Banco Mundial  para poder recibir préstamos.

Reagan firma la aprobación de China como observador en el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), esto constituía la antesala para entrar a la Organización Mundial de Comercio.   

Durante la presidencia de G. W. Bush, su  secretario del tesoro, Henry Paulson, se convirtió en el galvanizador de los acuerdos económicos con China, nos basta leer su propio libro “Dealing with China”. 

Luego, B. Clinton presiono al Congreso para que aprobara el acuerdo comercial entre Estados Unidos y China y la adhesión de China a la Organización Mundial de Comercio (WTO). 

Hoy ambos partidos culpan a China de sus males económicos y lo ven como un adversario geopolítico por su alianza con Rusia y la implementación de los BRICS. En la pasada administración de D. Trump, mediante decretos presidenciales subió aranceles a importaciones chinas, luego vino J. Biden y no los derogo. Durante  mítines y declaraciones públicas D. Trump amenaza con más aranceles y posibles sanciones a compañías chinas incluyendo las que operan desde otros países, México es un ejemplo de ello.

Después de 50 años de que  grupos económicos y banca global en complicidad con ambos partidos (demócratas y republicanos) utilizaron el voto popular a través de la polarización partidista, desindustrializaron a toda una nación para tomar mayores utilidades en otra (China) por sus bajos costos, consolidaron oligopolios,  minaron el poder adquisitivo del norteamericano promedio y  crearon la China que hoy todos conocemos. El binomio Trump-Vance se ha propuesto convencer a la nación que le  devolverán  aquella etiqueta que perdieron…..MADE IN USA.



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