Hace un par de semanas tuve la oportunidad de visitar Cirque du Solei en Canadá junto con mi esposo e hijo durante nuestras vacaciones. Estar ahí me hizo recordar cuánto me gusta ver este tipo de espectáculos desde que soy pequeña.
Es show se llama Kurios y tiene un lema muy interesante “No todo es lo que parece”. Una orquesta completa comienza a tocar música mientras que una especie de payasos modernos hacen ruidos, acrobacias y cosas chistosas.
Un cartel grande marca 11:11 ahí es donde verdaderamente comienza el espectáculo que nos dejó a todos fascinados. Veo a los acróbatas que hacen piruetas, saltos, volteretas y los comparo con la vida misma. ¿Cuántas veces nos toca esquivar situaciones y por poquito no zafamos? También cuando veo a los equilibristas con toda la disciplina y precisión del mundo pararse sobre una mano y sostener objetos al mismo tiempo y me pregunto, ¿cuántas veces en nuestras vidas hemos sostenido trabajos, familias, amistades? Sin duda, el circo es un reflejo de la humanidad.
Una mujer de baja estatura dirige el show, 3 contorsionistas parecen invertebradas y un hombre con pies de acordeón nos brindan una mirada diferente de la realidad. Llega el final y el reloj ahora marca las 11:12, todo había sido un sueño, o era una manera de explicarnos la relatividad del tiempo.
La vida de circo nos deja mensajes de inclusión, aceptación y de la importancia de ser curiosos, de no quedarnos con una sola respuesta. Las cosas imposibles dejan de serlo cuando nos damos cuenta que no todo es lo que parece.