19 septiembre, 2024

¿Qué me puede enseñar Ignacio de Loyola hoy?

Cualquier persona puede enseñarme algo sobre la vida cuando esa persona ha sido auténtica, no es copia de nadie, sino que ha desarrollado su forma de ser y concretado una forma de vivir en coherencia con un corazón que ama, que busca, que es inquieto, que no se acomoda a este mundo, sino que busca mejorarlo. ¿A eso se puede llamar santo? Según la Biblia, SÍ: ¡Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios! (Mt 5:8-10). 

¿Qué puede ver un ser humano de Dios? Ese es el desafío de la fe de todos los tiempos, reconocer a Dios, aceptarlo o no en “la imagen visible de su ser invisible” (Col 1: 15), es decir, Jesús de Nazaret. De Jesús puedo decir muchas cosas, pero lo cierto más allá si lo reconozco como Dios o no, es que Jesús, a través de su palabra, de sus hechos, de la coherencia de sus intenciones y acciones hizo presente a Dios. 

¿Qué es lo que más manifestada de Dios la vida de Jesús? SU MISERICORDIA, que en la Biblia se llama COMPASIÓN, entendida como saber acompañar, acoger desde dentro al otro, y si eso es verdad es imposible mirar la realidad y no moverse a hacer algo por la gente. “Sintió compasión, porque la multitud estaba como ovejas sin pastor – es decir, sin líderes religiosos o civiles- y se puso a enseñarles” (Mc 6: 30-34). Y luego nos dice el texto del capítulo seis de Marcos compartió el pan con una multitud. Eso es misericordia, eso es compasión. Lo primero es enseñar.

¿Qué hace santo a un santo? Ser misericordioso, ser compasivo ver el sufrimiento de la gente y hacer algo. ¿Qué hizo santo a san Ignacio de Loyola en el siglo XVI? Aprender de Jesús, ver la realidad y pensar desde el corazón cómo “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”. Ese es su gran legado. Por ello, la formación de la persona a través de los Ejercicios Espirituales es su gran aporte a la Iglesia en crisis en el siglo XVI como en el XXI. Solo formando líderes, hombres y mujeres que se abran a la novedad de la historia y a ese Dios que se manifiesta en la historia como servicio y ternura, es la mejor forma de ser santo, de ser libres, de ser auténticos, de ser humano. 

La Compañía de Jesús será auténtica a san Ignacio si es fiel al Espíritu de Jesús y del Dios de Jesús que práctica la misericordia como principio estructurante de su misión. Entonces las instituciones, en especial Colegios y Universidades serán ignacianas si hacen esa misericordia eficaz en su modo de proceder y estructuras, en sus reglamentos y cultura organizacional. 

¿Desde qué dimensiones puedo aprender el estilo de Ignacio hoy? La primera gran dimensión de un ser humano auténtico es no dejar de soñar nunca Y eso es lo que más hizo Ignacio de Loyola en su vida, soñar, soñar, soñar. Quería ser un gran caballero, conquistar a una gran mujer. Una bala de cañón lo hirió y lo tumbó en una cama. Frustró su primer gran sueño. No dejo de soñar, leyendo la vida de santos y de Jesús rearmó sus sueños ¿Si san Francisco hizo eso, yo también lo puedo hacer? Y comenzó la aventura del Espíritu. 

La segunda dimensión que desarrolló Ignacio fue la del LIDERAZGO, cómo hacer realidad sus sueños en un mundo tan conflictivo, guerras de religiones, invasiones turcas, guerras de reinos, pobrezas, entre otros. No amilanarse, perseverar, prepararse para servir mejor, estudiar, conocer cultura, ir a la universidad de París para servir mejor, contagiar a otros esa visión de cambiar el mundo al estilo de Jesús. 

El tercer gran rasgo es el crear comunidad. “Solo y a pie” fue el primer período de su aventura de seguir a Jesús hasta que descubrió y lo hizo principio de vida que a Jesús no se lo puede seguir solo, y si algo enseña un líder es a aprender a crear equipos de trabajos que dejan huella. Ignacio creó una comunidad de “amigos en el Señor”. Es la mejor manera de realizar la misión y practicar la misericordia. 

Es esta cuarta dimensión la que más podemos aprender de Ignacio y que más necesitan nuestros jóvenes, hombres y mujeres de hoy. LA DIMENSION DE PROFUNDIZAR. El pensar en grande porque piensa desde lo hondo. Escuchando sus movimientos interiores y no quedarse con impulsos superficiales, esa capacidad de ver lo externo, pero analizarlo internamente desde una mirada que discierne, que se abre a la novedad de la vida, a la novedad del Dios siempre mayor que no se deja encerrar en conceptos o falsas ideas, sino que busca todo aquello que hace el bien mayor, más universal, de más necesidad. Por eso, el hombre o mujer que se deja impactar por esta vida se puede convertir en santo, santa, porque ha encontrado el amor de su vida. Y al amor solo se corresponde en comunicación y en obras eficaces y auténticas. Ser santo es la experiencia del amor, y es amor lo que contagia un santo. “Pregunté a los guardias de la ciudad, si habían visto a mi amado. Apenas los dejé, encontré al amor de mi vida, lo abracé y no lo solté” (Cant 3: 1-4).

¿Comprendo qué es lo que hace santo a un santo? ¿Tengo claro el legado de Ignacio de Loyola?  

Para pensar:

  1. ¿ES DIFICIL SER SANTO?

No si eres auténtico contigo mismo y te abres al misterio del amor

  1. ¿QUÉ HIZO SANTO A SAN IGNACIO DE LOYOLA?

El aceptar las heridas de la vida, pero no dejarse aplastar, seguir soñando

  1. ¿Cuál es su gran legado? 

El enseñarnos a pensar desde lo hondo, discerniendo lo que nos mueve y viendo cómo encontrar a Dios en todo. Es su profunidad. 

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