16 septiembre, 2024

Microcuento: El siguiente hogar…

Mi corazón hacía “tucum-tucum-tucum” y efectivamente me faltaba el aire.

Escuchaba mis latidos en los oídos, como si mi corazón estuviese a punto de salirse de mi cuerpo.

Sentía miedo, rabia, dolor. Solamente su mano me tranquilizaba. No teníamos suficiente dinero para tomar un avión.

Fueron más de 13 horas hasta poder llegar a una tierra libre. Pero más que las horas, lo que desesperaba a mi corazón fueron los 19 controles de la guardia nacional por los que tuvimos que pasar.

Antes de pasar los 19 controles, el taxista, a quien yo no conocía, me pidió que le de todo mi dinero, ya que si los peones de la dictadura descubrían que yo tenía dinero, me lo iban a quitar todo. El taxista me aseguró que a él no lo revisarían.

“Es todo lo que tengo”, pensé. “Si me roba, no tendré ni para comer”. Lamentablemente, no tenía opción. Le di todo mi dinero.

Luego de pasar por los 19 infernales controles, el taxista me devolvió la plata, aunque me guiñó el ojo y me agradeció por los 100 dólares que dijo que le di de comisión, aunque tomó esa “comisión” sin mi autorización.

Ella me volvió a dar su mano, lo cual me daba mucha paz. Los dos nos encontrábamos en Boa Vista, Brasil. Fuimos directo al aeropuerto, donde habían cientos de personas como nosotros, huyendo de nuestra tierra robada.

“Yo tengo un mes esperando por un vuelo para poder continuar con mi camino a la libertad”, nos comentó una señora. Mis latidos empezaron a resonar en todo mi cuerpo, sonaban tan duro que pensé que las personas que estaban cerca lo podían escuchar.

“Respira, respira Carlos”, me decía a mi mismo.

Vi a familias enteras esperando por vuelos, vi llantos, corazones rotos, compatriotas totalmente desesperados.

Pasaron las más largas y desesperantes 48 horas hasta que nos dieron nuestros pasajes de avión.

El vuelo fue de Boa Vista a Foz de Iguazú. Luego, en Iguazú teníamos que tomar un bus hasta la tierra noble a la cual habíamos elegido como siguiente hogar.

Entonces, con mucha alegría la mire y le dije: “Mami, dame la mano, este bus nos llevará a Buenos Aires”.

Artículos relacionados

Visitas

Hermana vida, hermana muerte. En el valle de lágrimas vivimos y morimos. ¿Qué es primero el tiempo o la vida? Hoy ha sido fatal. Hoy visite amigos: ahora desconocidos, ausentes, ocultos, temerosos […]

El pequeño príncipe…

Hace tiempo existía otro yo. Desconocido para el actual, a mis dieciséis  años era un rebelde incontrolable que cometía errores cada día de su vida. De sentimientos buenos, sin embargo actuaba mal. […]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×