19 septiembre, 2024

Partió Johnny Czarninski Baier

Partió a donde vamos todos los seres humanos cuando fallecemos…??? Sus diferencias son mientras se vive, que los convierten en imperecederos, no solo en sus recuerdos sino en sus obras.

Johnny Czarninski Baier es uno de ellos, lo conocí desde casi un niño, por ser amiga de sus padres Alfredo Y Ruth y ya joven junto a su esposa la bella Nilly Shefi con quien, cada año daban la bienvenida a todos sus invitados a una gran recepción social; donde yo asistía luciendo ese medallón que me obsequiara la señora del presidente Herzog, durante mi visita con la primera dama ecuatoriana Eugenia de Febres Cordero a Israel y Nilly Sonriendo, la admiraba siempre.

Y de ahí, lo seguí a través de su juventud viviendo su Consulado de Israel, como su transformación en gran diplomático de su País.  (Un paréntesis de gratitud, como ecuatoriana, por su acción impresionante como oferente post al terremoto de 2016)

Hoy el Museo “Alfredo Czarninski”, abrirá un espacio más a la historia de su familia, para Johnny con sus cientos y hasta miles de acciones, que lo hacen digno de él por lo que seguirá viviendo en los cientos y hasta miles de empresas que creara dándole trabajo a cientos de cientos de miles de trabajadores ecuatorianos…

Y yo, como amiga de sus padres, con quienes lo vi crecer desde casi un niño…

“Por la paz del mundo”

Artículos relacionados

El primer día del comienzo de su vida es el primer día del comienzo de mi muerte…

Soy un hombre cuya mayor virtud y su peor defecto consiste en expresar sus sentimientos. Lo que siento lo pienso y lo que pienso lo digo. Soy un convencido de que el amor que no se dice es como el amor que no se tiene.

Creo que la mayor fortaleza del hombre es su ternura y no hay un hecho más varonil que llorar por aquello que se ama.
Soy como soy y punto. Desde que nació convulsionó mi vida.

El propósito de su presencia sobre la tierra siempre ha sido decirme lo que yo debía hacer para complacerlo.

Cuando era pequeñito y aún no podía caminar, me salía de mi oficina por las tardes para llevarlo al parque. A pesar de no poder sostenerse en sus piececitos, lo agarraba de sus manitos para que pateara una pelota.

Todos los días salíamos a vivir la aventura del vivir. Aún recuerdo la locura de haberlo hecho coger la cola de un león en un circo de la Libertad. Lo creía más mío sin serlo; que de nadie.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×