Mi abuelo decía que los homenajes y reconocimientos deben hacerse en vida: “en vida, hermano, en vida”, solía mencionar. Y eso mismo pretendo hacer con este escrito. Reconocer y agradecer lo que el padre Jorge significa para mi, para mi familia y para muchas familias de Guayaquil y de Ecuador; ahora, que estamos vivos, él y yo.
Conocí al padre Jorge en el año 2003, cuando mi esposo y yo pasamos a integrar el “equipo 8” de los Equipos de Nuestra Señora (ENS), un movimiento católico cuyo apostolado es con los matrimonios, para fortalecer los lazos de amor entre los esposos, poniendo como centro del hogar a Dios.
Para ser parte de este equipo 8, primero debimos hacer un año de algo que se llama “pilotaje”, es decir como un año de prueba.
Todo se inicio en el colegio Javier, en una reunión informativa, dirigida por el padre Gustavo Calderón, en ese entonces, rector del Javier. Nos anotamos y luego nos llamaron, para decirnos que estaríamos conformando, junto a otras seis parejas, el equipo 8 de Nuestra Señora. Cada equipo funciona con el acompañamiento de un sacerdote consiliario, a nuestro equipo le tocó el padre Jorge. Hasta ese entonces, ninguno de nosotros se conocía.
El primer encargo que tuvimos, mi esposo y yo, fue el de recoger al padre Jorge en su casa, ubicada en la Iglesia San José, (frente al Malecón de Guayaquil) llevarlo a la reunión que sería en casa del matrimonio que nos iba a guiar ese año de formación, y luego llevarlo de regreso a su casa.
Lo recogimos a la hora prevista y nos encaminamos a la urbanización San Isidro en a vía a Samborondón, a donde quedaba en esa época la casa del matrimonio piloto.
Cuál no sería nuestra sorpresa cuando al llegar al portón de ingreso, el padre Jorge nos dice, yo aquí no voy a entrar, lléveme de regreso a mi casa.
Resulta que el padre, estaba acostumbrado a ir a lugares muy pobres para catequizar y ayudar a familias de bajos recursos, él trabajo años en Fe y Alegría, institución que justamente se dedica a esta tarea.
Así que, al ver el elegante ingreso a San Isidro, él decidió que no participaría de la reunión. A lo que se me ocurrió responder: padre, aquí somos pobres de espíritu, por favor, no se arrepienta y acompáñenos a la reunión, al menos a esta, y si no le gusta, ¡pues ya! no vuelve más.
Accedió y se quedó con nosotros. El padre Jorge, a sus 88 años, celebra misa, confiesa y permanece hasta hoy como sacerdote consiliario de los ENS (Equipos de Nuestra Señora), y no solo del equipo 8, tiene a su cargo también los equipos 12, 14 y 25.
Él ha sido para mi y para muchos, más que un guía espiritual, un amigo incondicional, de esos con los que sabes que siempre vas a contar. De buen ánimo, siempre sonriente y con su vida misma, transmitiendo el mensaje de Jesucristo: de amor, reconciliación y alegría. Algunos años mi familia y yo tuvimos el privilegio de tenerlo muy cercano, participando en eventos importantes de nuestras vidas. Luego, mi esposo y yo decidimos dejar los ENS, pero la amistad con el padre Jorge sigue hasta hoy.
Se me ocurre contar sobre una confesión que tuve, le conté algunos de mis problemas y pecados. A los que el padre me contestó: “Karynita, de los pecados la puedo absolver, para todo lo demás consulte un psiquiatra”. Nos reímos mucho de “mis locuras”. Es un hombre auténtico.
Además de estos momentos inolvidables, debo agradecer el que haya sido mi guía en los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. De los que me quedó sobre todo esta enseñanza: “En tiempo de cambios, no hacer mudanza”.
Querido padre Jorge, mis palabras son eco de las palabras de muchísimas personas que guardamos las vivencias compartidas con usted, en la vida diaria, en retiros espirituales, en confesiones, misas, y también en celebraciones y festejos. Gracias de corazón por todo lo vivido, ha sido y será una bendición tenerlo en nuestras vidas.
Es así un verdadero hombre de Dios uno de sus guerreros más valiosos
Me encantó el articulo 🙂