Pongamos en contexto el tema analizando la historia de los gobernantes de nuestra incipiente democracia. Yo afirmo que gobernar el Ecuador no es difícil, es suicida:
Si no lo creen, vean la ruina ética, política, judicial o hasta personal en la que han quedado la mayor parte de los mandatarios que han pasado por Carondelet desde el retorno a la democracia. Lo único que escapa al descalabro general es su condición económica, probablemente gracias a la pensión vitalicia que les asigna el Estado o al robo y saqueo al país, con sus inversiones en paraísos fiscales.
Y haciendo un parangón con el editorial del periódico Extra que dice su titular: «Señor Presidente, responda (textual)».
Antes que termine su mandato, el Presidente de la Republica (Se refiere a Noboa) debe responder a los ciudadanos porque no ha podido derrotar a las mafias que tienen secuestrado al país bajo olas de criminalidad y violencia nunca antes vista. Tiene que responder porque no ha podido ser capaz de combatir estos males con la fuerza y contundencia que se debería aplicar a estos casos, ya que lo que está en juego es la paz ciudadana. La supervivencia.
La derrota es total, por la ceguera política de los gobernantes, por la falta de planes integrales y la desunión de los cuerpos de seguridad del estado, infiltrados por la corrupción y el narcotráfico, pero también por el maltrato que se da a los uniformados.
Sin embargo, el Presidente parece impávido, maniatado, no atina a dar las directrices correctas ni a obtener la asistencia internacional que permita recuperar las libertades humanas y los derechos a una vida digna, a atención sanitaria y a educación, indispensables para el desarrollo del pueblo.
Las redes de corrupción, en todas las áreas desde la sanitaria hasta la petrolera, continúan fortalecidas por la inacción de un gobierno ya con fecha de caducidad cercana, que se niega a salir de su zona de confort, pese al repudio ciudadano.