No puedo ocultar mi tristeza, decepción e impotencia cuando entro en las redes sociales, porque es innegable que, a pesar de ser tóxicas en el significado real de la palabra, sirven para actualizarnos, tanto en temas de interés personal como del acontecer nacional y mundial, pero en este último punto enfatizo que se debe diferenciar entre las alternativas que tenemos a nuestra disposición, ya que no todas cumplen con la rigurosidad de dar al público un contenido responsable.
En el campo del marketing y la publicidad, distinguir los usos y beneficios de cada plataforma sirve para establecer una ruta directa con el público objetivo, ayudando así a que el algoritmo envíe mensajes sin desperdicio de recursos. Ahora, si reúno todo el contenido con el que nos bombardean a diario, solo puedo concluir una cosa: la deshumanización es imparable.
No soy historiadora ni científica como para dar una cátedra sobre los inicios de la humanidad, ni sobre los desastres continuos a los que la sociedad ha estado expuesta, y no me refiero solo a las catástrofes naturales, sino a las inherentes de cada persona que, en ciertos casos, conllevan a un sinnúmero de sentimientos negativos.
Sociedades devastadas por el horror implícito en sus memorias, generado por mentes perversas, o en otros casos simplemente por la ambición desmedida de personas enfermas por el poder. Es suficiente ver cómo se difunden imágenes sin filtro de acontecimientos que parecen salidos de una película de terror, superando muchas veces la ficción, también cómo los rumores hacen que las opiniones se vuelvan agresivas en cuestión de segundos, provocando una reacción en cadena demoledora.
Personajes engrandecidos por una masa vulnerable y de fácil manipulación mediante adoctrinamientos disimulados, conlleva a una degradación social sin esperanza de ser remediada, quienes rigen los destinos de las naciones estudian bien cómo funciona el neuromarketing, así también los tiempos que deben emplear para llevar a cabo sus maquiavélicas intenciones, con el fin de satisfacer sus egos y necesidades.
Muchas palabras, poca acción y disposición para resolver casos como: niños, niñas y adolescentes abusados o sin acceso a la educación; personas de la tercera edad suplicando por medicinas; trabajadores defendiendo sus derechos; padres desorientados al no saber el destino de sus hijos, sea por la migración o por el submundo de las drogas, escenarios enfrentados a vidas fatuas ventiladas sin reparo en un universo paralelo.
El círculo vicioso se repite en cada generación, un reducido grupo trata de cambiar el rumbo de la historia, sin obtener resultados positivos, parece que es indispensable esa gran dosis de putrefacción social para marcar diferencias entre una época y otra, con la utopía de ser mejor que la anterior y dejar un buen legado.
El panorama es desalentador de seguir las cosas como están, no solo en Ecuador también a nivel mundial, ya que ante la falta de asombro sobre hechos atroces, el poco discernimiento, la escasa empatía con el prójimo y el nulo razonamiento, terminarán por deshumanizarnos, lo cual es peligroso.