3 diciembre, 2024

La cruzada del excandidato Márquez

Finalizando el mes de septiembre en el que estamos y transcurridos dos meses del esperpento vivido por los venezolanos la noche del 28 de julio, lo más realista que pudiera decirse es que el vaso, dependiendo de quien lo mire, está medio lleno o medio vacío y que la situación en general parece no haber cambiado.
Una conclusión que resulta obvia cuando observamos como a nivel internacional se mantiene una dialéctica entre lo racional y lo irracional que en organismos como la Unión Europea ha llevado a que mientras su Parlamento apoya a Edmundo González Urrutia, su Consejo u órgano de gobierno no reconoce ni a González ni a Maduro como ganadores de dichas elecciones presidenciales, un resultado similar al que ofrece España donde su poder legislativo valida a Edmundo González como presidente electo en contraste con su ejecutivo que no reconoce a ninguno de los dos o a la que se presenta en algunos otros países o dentro de la O.E.A., si bien su secretaría General, así como la O.N.U., han dado su espaldarazo a Edmundo González.

Los venezolanos, por su parte, en medio de su natural decepción y frustración, siguen viviendo esa apariencia de encontrarse en una suerte de limbo donde luego de la espuria sentencia de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, los shows mediáticos, las redes sociales y el periodismo independiente les prometen invasiones militares y películas de caza recompensas, además de nuevas medidas sancionatorias contra miembros del régimen.

Pero mientras esto sucede, que es lo mismo que si no sucediera nada, y entre los mensajes esporádicos de María Corina Machado y las difusas declaraciones y confesiones de Edmundo González desde España, un excandidato presidencial lidera una cruzada en Venezuela contra el Consejo Nacional Electoral y contra la Sala Electoral del TSJ por sus actuaciones al margen de la ley en el proceso electoral del 28 de julio. Se trata de Enrique Márquez, ingeniero electricista de profesión, político veterano de la izquierda, hombre dialogante y de hablar calmado, que obtuvo alrededor de unos 30.000 votos en las pasadas elecciones representando al partido Centrados cuyo presidente es el exconstituyente y exalcalde de Caracas, Juan Barreto, chavista de los de Chávez, crítico del régimen de Nicolás Maduro, y el mismo que publicó en una conocida red social, luego de que el Consejo Nacional Electoral declarara ganador a Maduro en su primer y único boletín, cuando supuestamente se había contabilizado el 80% de los sufragios y quedaban apenas dos millones de votos aproximadamente por contar, un mensaje con una sencilla operación aritmética con la cual dejaba demostrado que esos dos millones de votos sin escrutar podían decidir la votación a favor de quien iba en segundo lugar, es decir, de Edmundo González Urrutia.

Márquez, desde el inicio de su campaña a principios de agosto luego de ser citado junto con el resto de los excandidatos a una audiencia en la Sala Electoral, no ha parado de dar declaraciones en los medios en contra de la decisión N.º 31 de dicha Sala Electoral del TSJ que ratificó a Maduro, amenazando con introducir un recurso de revisión constitucional por lo que considera una violación de la constitución, las normas procesales y el derecho a la defensa que tiene todo ciudadano. Un recurso que acaba de presentar y del que espera obtener una respuesta de los magistrados que integran la Sala Constitucional.

Si ya resulta extraño que a una pregunta de un periodista Márquez responda que no siente temor alguno porque lo que está haciendo es seguir un camino institucional, no el del bochinche, más lo es todavía que quien participó en unos comicios sin ningún chance de ganarlos se preocupe ahora por restablecer la rectitud de un proceso electoral que fue anómalo de principio a fin, buscando justicia en otra sala del mismo tribunal que, según él, contribuyó a la írrita ratificación de Maduro como triunfador de aquél.

Entre tanta extrañeza e idealización de la justicia y del hilo institucional, ya no nos asombraría ni parecería raro que la Sala Constitucional del TSJ no solo anulara la sentencia de la Sala Electoral, que es lo que en sana lógica jurídica debería ocurrir, sino que incluso, yendo más allá, estableciera que las elecciones deben repetirse. Una decisión que, de producirse, Maduro seguramente acataría, pues como el propio Márquez ha venido reiterando en su ferviente cruzada la constitución tiene que respetarse, o como diría Chávez de estar vivo: todo dentro de la constitución, fuera de ella nada.

 

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