21 noviembre, 2024

El Dr. Emilio Clemente Huerta Ortega (+)

POCAS VECES HE CONOCIDO UN ESTUDIANTE DE DERECHO TAN ESTUDIOSO Y PREPARADO COMO EMILIO CLEMENTE… Fuimos varios años compañeros de aulas en la Facultada de Derecho de la Universidad de Guayaquil. Emilio se preparaba para contestar cualquier pregunta de sus maestros.
Fuimos alumnos de su padre el Dr. Raúl Clemente Huerta, en la materia de Código Civil, Libro Segundo, (Bienes). Libro algo árido, y muy desactualizado, que gracias  a la calidad didáctica del Dr. Huerta, mantenía el interés de los estudiantes, hasta el final de la clase. Era la época de los buenos profesores, que nunca faltaban, nunca se enfermaban y siempre llegaban puntuales.
En tiempos de la Planificación, Emilio trabajó en el CONADE. Los planes de Gobierno eran de cumplimiento obligatorio. Los ministros de Estado, tenían que adaptar sus ejecutorias obligatoriamente a dicho Plan, sujetos a destitución del cargo. Emilio organizó la legislación dispersa y la puso a órdenes de los funcionarios del /de los Gobierno/s de turno en aquellos años.
Con Emilio en ciertas ocasiones nos veíamos en la noche, cuando ambos bajábamos a tomar  un poco de ese aire romántico de la Av. 9 de Octubre y nos  sentábamos en los bancos de esa Avenida a conversar. Luego nos despedíamos, pero Emilio se iba a caminar, le gustaba mucho. También practicaba Handball, en la cancha del Colegio Vicente Rocafuerte. Era un joven fuerte. Un Infarto masivo, terminó con su existencia, mientras se encontraba en su casa.
Sus restos mortales se velaron en el Parque de la Paz, ahí estuvimos varios compañeros de aulas universitarias: el Ab. Pedro Iriarte, el Ab. Walter “el Burro”, Haro, el Ab. Enrique Maridueña, y a otros compañeros cuyos nombres ya no recuerdo. Saludé con el Ab. León Roldós, quien le publicó una reseña periodística en el Diario El Universo, el día de su entierro.
Pude darle el pésame a su cónyuge, la Sra. Carmita Jarrín de Huerta, a sus hermanos, Reinaldo, Beatriz, Cecilia  y Colombita, a su cuñado Eduardo Ledesma y a sus hijos, a su hija Emilia y sus hermanas. Emilia agradeció la presencia y las oraciones de los presentes en la sala de velación, previo a salir a su destino final.
Emilio antes de la Pandemia, frecuentaba, con su hija Emilia, que también es Abogada, el lugar donde escribo estas cartas y saludábamos al paso, pero después de la pandemia, no regresó. Quien más bien empezó a asistir a dicho lugar fue su hermano Reinaldo, con quien también conversábamos sobre temas de la actualidad ecuatoriana. Reinaldo también es un entendido en materia Internacional. Su obra “La Tercera Frontera”, lo dice todo sobre nuestros límites marítimos.
Emilio demostró su calidad de estudiante muy bien preparado, cuando con el maestro Alfonso Trujillo Bustamante, profesor de la  materia de Derecho Internacional Público,  con el curso, hicimos una visita a la Cancillería ecuatoriana. El Vicecanciller, nos atendió y nos invitó a un gran almuerzo en el Salón de eventos de la Cancillería, al que asistieron algunos funcionarios de ese Ministerio. Después de los discursos de rigor y con el debido Protocolo de la Cancillería, nos despedimos, para visitar a las Embajadas de los EE.UU., de Inglaterra, de España y de alguna otra que  no recuerdo. En tales Embajadas, le correspondió a Emilio dar los discursos de salutación a tales funcionarios. Su oratoria era elegante y de alto contenido académico e histórico de tales países con nuestro país. Me recordó al Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río, en su saludo al Presidente de Chile, en el Sazón de Honor del  Club de la Unión, que tiene dicho club, para agasajar a personajes ilustres, que visitaban nuestra ciudad.
Dicho viaje, lo hicimos en Autoferro  y nos alojamos en la ciudadela Universitaria de la Universidad Central del Ecuador, cuyos alumnos se encontraban de vacaciones. Todos los detalles fueron previamente coordinados, por un Petit Comité, del curso, presidido por el Dr. Trujillo Bustamante.
Ya Emilio descansa en paz, junto a sus padres, gozando de la dicha de Dios. Amen.

Artículos relacionados

Despidiendo a Analía

Hoy adelantamos nuestro desayuno para despedir a Analía (mi nieta), en su casa. Efectivamente, ella ya tenía lista su maleta. Los habían citado a las 10 a.m., al aeropuerto. Analía es una […]

La gratitud es un acto de fé

La gratitud es un acto de fe. La gratitud está en la vida y es el contenido de la vida. Ser grato es ser sabio y despertar perdurabilidad en nuestros actos. La gratitud no es una experiencia, la gratitud es un mundo superior, está en el presente; no la veo, no la vemos, pero es el sostenimiento reciproco de todo lo existente. La gratitud sostiene el trabajo de la vida, la gratitud es. Sintiendo gratitud podemos estar en la profundidad de la vida y sus diversas y múltiples conexiones con la aparición y desaparición del tiempo, podemos llegar a entender que la muerte es la desaparición del tiempo tal como lo experimento, pues el tiempo me vive, en esta forma y las demás formas que en el largo transitar de mi existencia he experimentado. La gratitud me libera de la idea del tiempo. Mente y tiempo son una dualidad inseparable.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×