21 noviembre, 2024

Carta a mi estudiante sordo

Querido Edwar

Hace pocos días tuve la gran oportunidad de recibirte a mi clase de apertura en la carrera de Educación Básica modalidad a distancia en la Universidad Tecnológica Indoamérica.  La cátedra que nos aseguró este maravilloso encuentro fue la que tiene que ver con el diágnositico en la investigación educativa.  Te cuento que intento preparar mis clases de la mejor manera que puedo y ser durante la sesión lo más ameno y cercano posible con mis estudiantes que, cada semana, a pesar de los cortes de electricidad, hacen un ejemplar esfuerzo, por encender sus computadoras -que no son de última generación-, asegurarse que haya señal internet,  y lo más grandioso, a pesar de haber tenido un día dificil en sus trabajos (jornaleros, guardias de seguridad, agricultores, cocineras, meseras, empleadas domésticas, etc.), que tienen que atender a sus hijos, que algunos viven en duras condiciones económicas… y que con todo ello, quieren algún día ser docentes. Eso lo veo cada vez que encienden sus cámaras y puedo curiosamente observar la sencillez del interior de sus casas en las que la mayoría de mis estudiantes vive.

Te confieso que mientras yo disertaba desde mi cómoda silla, quizá cansino o impertinente, me detenía a leer en el chat tus frases.  Casi todas estaban mal construidas, no había buena sintaxis y la gramática junto a la ortografía sufrían serios atentados de tu parte. Con eso no te estoy obligando a escribir con la asepsia de los puristas del idioma, sigue haciéndolo como puedas. La gramática del cariño y del aprecio superan esas pequeñeces.

Esta carta más que ti va dirigida a los muchos lectores que se acercarán a estas lineas. Y quiero que sepan que fuiste tú quien llenó de motivos para escribirla y compartir unas palabras que salen desde mi corazón de docente.

A lo largo de este tiempo en la universidad he conocido de tu esfuerzo, tu dedicación y, sobre todo, tu pasión por convertirte en educador. Sé que el camino no ha sido fácil -en algunas asignaturas no has logrado altas calificaciones-. Las notas no son lo más importante, créeme:  en el mundillo académico a veces me cruzo con gigantes intelectuales, pero enanos emocionales. Y es que, solo me pongo un minuto a pensar, cómo haces para entenderme cuando hablo en clase, cómo haces para seguir las preguntas de tus compañeros, cómo soportas quedarte con las ganas de preguntar, de opinar, de discutir si no puedes hacer que hable tu voz. Aprendes solamente con lo que puedes leer y lo que te puede compartir el interprete que a veces te acompaña.

Por eso Edwar, quiero decirte que admiro tu coraje, porque además de enfrentar los retos académicos que todos compartimos, has tenido que superar barreras adicionales como persona sorda en un entorno que a menudo no está adaptado a las personas especiales como tú.  Nos llenamos la boca con palabras de inclusión…y poco o nada hacemos para que esas palabras lleguen al mundo de los sordos, los ciegos y tantas otras personas con capacidades especiales. 

Cuando me comentaron tus demás compañeros del curso sobre tu sordera, me alegré profundamente de que estés con nosotros.  Eres parte de un pequeño grupo de personas que se atreven a decirnos que tú, como los mal llamados “discapacitados”, deben tener un espacio adaptado para ser “alguien” en las instituciones de educación superior.  Pensándolo bien, la universidad quizá sea realmente la “discapacitada” social por no hallar un lugar adecuado para personas como tú.

Pero lo que más me inspira profundamente es que no he visto en ti una queja, sino una alegría y una fuerza imparable por aprender, crecer y abrir caminos para otros. Te admiro, no solo por tu inteligencia y compromiso con la educación, sino por la manera en que conviertes cada desafío en una oportunidad. 

Quiero que sepas que en esta universidad, estamos tratando de dar unos pequeños pasos para que todos los estudiantes se sientan acogidos, independientemente de sus habilidades o discapacidades, pero también sé que aún queda mucho por hacer. Tu presencia aquí, tu voz –aunque expresada de manera diferente–, nos recuerda cada día que la inclusión no es solo una meta, sino un esfuerzo constante que debemos perseguir como comunidad educativa. 

Ser inclusivo va mucho más allá de adaptar un aula o proporcionar recursos adicionales. Hay que cambiar nuestra actitud, hay que crear espacios donde cada persona se sienta valorada, donde nuestras diferentes capacidades sean celebradas y no vistas como obstáculos o limitaciones.  Eso es -o debería ser- la Universidad, una obra abierta a todos, que enseñe con calidad, que investigue competentemente, que se vincule con el progreso de la sociedad.  Una Univeridad que redime al ser humano.

Estoy convencido de que la educación inclusiva que buscas, la que tanto valoras, será el legado que dejes a las futuras generaciones. Tú, más que nadie, sabes lo que significa luchar por un lugar en la sociedad, y esa empatía es lo que hará de ti un maestro único, capaz de llegar a la inteligencia y tocar el corazón de tus estudiantes.  Ese educador único que va más allá de las palabras y enseña más allá de los libros.  Por un momento me pongo a pensar lo que tus futuros alumnos aprenderán de ti, no solo las materias que enseñarás, sino sobre algo que muchas veces se nos olvida: la diversidad, la equidad y la justicia.

A menudo, el rector de nuestra universidad nos recuerda que somos “comunidad” en la que todos somos acogidos y escuchados.  Y, aunque el sistema a veces parece rígido o insuficiente, tu presencia, así como la de otros estudiantes en parecidas condiciones a las tuyas, está marcando una diferencia, está haciendo que lo hagamos “carne”, que encarnemos ese concepto. 

No estás solo en este camino. Tienes a compañeros, docentes y una “comunidad” que te respalda. Te animo mucho a que sigas caminando en tu formación académica porque cada paso que das, nos recuerdas que la inclusión debe ser una prioridad en cada rincón de esta institución.

Querido Edwar aunque no escuches, nunca dejes de escuchar la voz de tus sueños, nunca dejes de luchar. Personas como tú son las que harán una diferencia monumental en el campo de la educación. No solo serás un maestro, serás un “agente de cambio”, una persona que sabe en carne propia qué es la exclusión y que, por ello, serás parte de quienes diseñarán un ecosistema educativo de aulas, espacios y relaciones interpersonales donde todos, sin excepción, puedan aprender, crecer y sentirse valorados.

Tú sabes que el lema de nuestra universidad es “escribe tu propia historia”, gracias por permitirme ser parte de ella.  Gracias porque en esa historia nos haces ver lo que es verdaderamente importante. Gracias por enseñarnos tantas cosas, en mi caso, a ser un mejor docente y mejor ser humano.

Con afecto, Ricardo

PD. Me inscribí en un curso de lenguaje ecuatoriano de señas y la foto que acompaña esta carta son mis primeras palabras balbuceadas en tu idioma.

Artículos relacionados

Tristezas serenas, tristezas canal

Ayer experimenté una nueva mirada acerca de la tristeza. Pude darme cuenta de que hay tristezas y tristezas. Tristezas que nos aplastan y nos impiden seguir adelante, tristezas momentáneas y pasajeras que […]

A la Dra. Blanca Reina Aguirre

¡Querida Blanca Reina!  ¡Querida! Porque desde que te conocí en tantos congresos literarios latinoamericanos, aprecié tu gran dimensión humana; En los Ángeles- EEUU, en el 3er Congreso de poesía hispanoamericana CUPHI III, […]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×