15 noviembre, 2024

El rostro de Gisèle

«Soy una mujer totalmente destruída. No sé cómo voy a reconstruirme, a levantarme de todo esto. Por suerte tengo un psiquiatra que me sostiene y lo voy a necesitar todavía muchos años. Enseguida cumpliré 72, no sé si tendré suficiente vida para levantarme».

Con estas palabras, Gisèle Pelicot, resume su tragedia, una mujer a quien su esposo le destruyó la vida. Sí, la persona en quien ella depositó su amor y confianza, el hombre que debió amarla y respetarla hasta los últimos días de su vida. Un hecho atroz que conmocionó a la comunidad francesa y trascendió fronteras, una muestra de que la maldad, en ciertas personas, cada vez eleva su nivel ante la mirada atónita de indiferentes espectadores.

Durante años, Gisèle fue drogada con fuertes sustancias hasta llevarla a la inconsciencia, a tal punto de no recordar nada de lo que previamente sucedía dentro de su casa. Se levantaba con dolores en el cuerpo que los atribuía a los achaques por su edad, además de infecciones vaginales que la obligaban a visitar con frecuencia a médicos particulares, desconociendo que todo ello era producto de la violación sexual a la que era sometida por desconocidos, a quienes su esposo contactaba por las redes sociales, haciéndoles creer que ella aprobaba este proceder y actuaba su desvanecimiento. Hombres de todas las edades, profesiones, estado civil y nacionalidades acudían con frecuencia a dar rienda suelta a su enferma adicción, solo que desconocían un pequeño detalle: que el morbo del malhechor era más grande que su inteligencia y utilizaba cámaras escondidas que captaron, al final, una evidencia difícil de refutar al ser llevados a juicio. 

Este caso se descubrió porque el esposo de Gisèle fue sorprendido acosando a unas mujeres en la calle y, al ser denunciado, la policía allanó su propiedad encontrando el material necesario para detenerlo. Fueron las autoridades quienes alertaron a la víctima de lo sucedido y recomendaron que dejara todo en el anonimato por el bien de la familia. Ella no aceptó esa posibilidad, a pesar del trauma por el que, lógicamente, estaba pasando.

Fue así como el caso de Gisèle Pelicot salió a la palestra, siendo objeto de un sinnúmero de vejaciones y señalamientos a los que esta valiente mujer enfrentó. Según sus declaraciones, decidió mostrar su rostro para que otras mujeres, que se encuentren en esta situación de vulnerabilidad, sean capaces de alzar su voz en una sociedad que ha normalizado y deja en la impunidad actos horrendos que atentan contra la vida y los derechos de las mujeres.

Ese largo trayecto recorrido por heroínas, en el cual se han ganado pequeñas e importantes batallas en múltiples espacios: arte, ciencia, literatura, medicina, política, en fin, no quedará opacado ante hechos similares, ya que cuenta con mujeres como Gisèle, que seguirán trabajando para no dejarse avasallar por nada ni nadie. 

Mitigar ese dolor nunca será fácil, los traumas deben ser enfrentados sin dubitaciones para sanar las heridas, aunque queden algunas cicatrices.


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