Hace unos días atrás, mientras me estaba haciendo las uñas en la peluquería, comencé a escuchar un podcast, Ad Propositum del psicólogo Efrén Martínez. Trata distintas temáticas relacionadas a la vida y la práctica de una buena salud mental.
Temas como el narcisismo, la autenticidad, el perdón entre otros comienzan hacerme pensar un poco más. Sin embargo, hubo un momento que con los audífonos puestos sentía que realmente estaba escuchando. No solamente porque de verdad sentía que la vibración de sus palabras tenían veracidad, sino porque el sonido como tal era súper claro. Era como tener al psicólogo hablándome a la oreja. En ese momento pensé en este mundo que va tan rápido: ¿Con qué frecuencia verdaderamente escuchamos? ¿Y con qué frecuencia nos escuchamos?
Porque una cosa es escuchar un sonido, una palabra, una orden. Pero otra es escuchar con plena conciencia un consejo sabio. Ya dependerá del receptor si lo toma o lo deja. Pero es muy importante notarlo.
De la misma manera y creo que más complejo es darnos cuenta que no nos escuchamos. Continuamos siguiendo al resto en vez de ser nuestros propios guías. Nos llenamos de afuera, en vez de hacerlo de adentro. Esto es como disfrazarnos de una de las princesas de Disney y sentirnos perfectas mientras todos nos alagan. Pero en el fondo sabemos que a las 12llegaremos a casa, nos quitaremos el vestido y el maquillaje y se notarán nuestros granitos y brotará la panza que estaba contenida por el corsé.
Disfrazarnos para una ocasión especial es divertido, vivir disfrazados suena verdaderamente aterrador. Callar, ocultar y vivir una doble vida son momentos donde el sentido del oído se pone en mute. Depende de nosotros y solo de nosotros que aplastemos ese botón y que hagamos la diferencia.