Por ahí se oyen rumores de que el alcalde, novelero como se le dice, quiere cambiar el logotipo de la ciudad de Guayaquil por otro cuya apariencia es un negro sin camisa. Lo de «negro» no es discriminatorio cuando así los llamo, por cuanto los excelentes escritores esmeraldeños de la negritud y políticos esmeraldeños no se consideran afrodescendientes, como los denomina la Constitución vigente, sino «hombres de raza negra».
Este rumor, de ser cierto, atentaría contra el patrimonio inmaterial de la ciudad de Guayaquil. Existe un organismo que trata de preservar los modelos de casas del Guayaquil antiguo para la posteridad, toda vez que los grandes incendios destruyen permanentemente en la ciudad aquellas casas antiguas, generalmente de madera. Este ente podría oponerse a los desvaríos del alcalde Álvarez.
En el gobierno del Ing. Febres-Cordero, siendo gerente general del B.C.E. el Dr. en Economía Carlos Julio Emanuel, los antiguos edificios de nuestra ciudad, los hizo desbaratar para después volverlos a reconstruir en un sector de la parroquia especial de la Puntilla de Samborondón, para preservar tal estilo de inmuebles para las generaciones futuras, por cuanto Guayaquil arremetió con fuerza, en el centro de la ciudad, la construcción de edificios de cemento armado, y se estaba perdiendo la memoria colectiva de tales edificaciones.
Dicho lugar, en la Puntilla de Samborondón, se convirtió en un lugar turístico. El Hotel Oro Verde construyó su edificio manteniendo el estilo de las edificaciones reconstruidas ahí, con un excelente restaurante.
Visité el lugar hace algunos años, incluso asistí a un matrimonio en un sector adecuado para eventos de esta naturaleza, junto a la ribera del río Daule. Pero no he regresado nuevamente. Estoy en deuda. El lugar es muy amplio y hay facilidades de transporte, tipo cuadrones, para las personas mayores y para los invitados a las bodas.
En la alcaldía del Ab. Jaime Nebot Saadi, se creó «Juanita Pueblo», su compañera, que también representaba a la mujer de a pie, con la que se identificaba. Ojalá el novelero alcalde de la ciudad de Guayaquil no se le ocurra cambiar también este logo por uno de los rostros de las paisanas otavaleñas que vendían sus manualidades (ponchos, bufandas, gorros de lana), muy apetecidos por los extranjeros y alpargatas, etc., que los vendían junto al convento de la Iglesia San Francisco y luego se trasladaron a un terreno vacío, donde antiguamente funcionaba el Teatro Olmedo. Ahí se hacían representaciones teatrales y la elección de la Miss Guayaquil.
Hoy sabemos por los medios de prensa de la ciudad que el señor alcalde está con licencia por tener que asistir a un seminario en España sobre gobernanza de las ciudades españolas. Ojalá no se le ocurra expresarles sus ideas tercermundistas, que intentó y sigue intentando realizar en nuestra ciudad, por cuanto nos haría quedar muy mal.
Sería interesante que la concejal encargada de la alcaldía de la ciudad de Guayaquil nos comunique si aquel rumor que se escucha entre los ciudadanos de bien es cierto como se dice, o es solamente un rumor y nada más.
Ojalá se aclare el tema y tal ridiculez sea falsa.