Lo llamo «amigo», por no decirle la palabra que se merece. Hecho el condolido, declaró que la mayor sequía la sufren Brasil y el Ecuador. Fue quizá esa declaración la que al presidente D.N.A. lo llevó a visitarlo en Bogotá, para que nos venda energía, pero se lo negó. No conforme con ello, le prohibió a las compañías privadas colombianas vendernos electricidad, que no era gratis, fijaron el kW/hora en $17 dólares. Una actitud así merece el repudio del pueblo ecuatoriano.
Solicito al señor presidente D.N.A. no invitar al país al presidente Petro de Colombia. Y si por protocolo hay que invitarlo, que el pueblo ecuatoriano salga a las calles a pifiarlo, si se atreve a venir al Ecuador.
Jamás he confiado en los gobiernos colombianos, respecto a su postura internacional, respecto a nuestro territorio nacional. Heredamos de la Real Audiencia de Quito un territorio de un millón y medio de km cuadrados y gracias a sus intervenciones como Estado, a través de sus cancilleres, el Ecuador tiene algo más de doscientos cincuenta mil km2 de territorio.
Los presidentes de Colombia y sus cancilleres han estado siempre del lado de nuestros enemigos territoriales en el pasado. Las historias de límites del país, elaboradas por extraordinarios historiadores y diplomáticos ecuatorianos, lo demuestran en sus obras de investigación. Conozco a varios historiadores ecuatorianos que lo han dejado plasmado en sus obras e investigaciones históricas.
El Ecuador siempre ha estado solo en los momentos difíciles por los que ha atravesado, siempre justificado por los intereses de otros países, pero hemos salido del paso solos.
Hoy la naturaleza nos está ayudando, pues ha vuelto a llover en la Amazonía ecuatoriana. Las más recientes noticias indican que está lloviendo en Quito, en Riobamba y en Cuenca, con lo cual los apagones se reducirán muchísimo.
El pueblo ecuatoriano es especial y no se derrota así no más. Acabo de ver un reportaje del periodista Delgado (El Pelado), entrevistando a sectores populares en las calles de la ciudad de Guayaquil. Todos contestaron, «Hay que sacarle provecho a la desgracia». Para sintetizar en una frase conocida: «De aquí no nos movemos, aquí estamos ganándonos un dinerito, para llevar el pan a nuestras casas».
Este es mi Guayaquil querida, este es el pueblo guayaquileño, no se rinde, no se desalienta. Sale adelante ante las adversidades.
La historia de nuestra ciudad así lo corrobora: incendios, pestes, bacterias contagiosas y otros males lo demuestran.
Lo único malo de la ciudad han sido algunos malos alcaldes, con los que el pueblo se ha equivocado en elegirlos, pero eso tiene un remedio en las leyes y en la justicia ecuatoriana, es cuestión de tiempo.
Hay que darle tiempo al tiempo, decían los abuelos, que generalmente tenían la razón.