Fueron los norteamericanos los que posiblemente crearon la “lonchera”. Las esposas se levantaban muy temprano y las preparaban para sus maridos, para cuando salían a su lugar de trabajo. Los americanos no conocían el contenido de la lonchera hasta la hora del lunch, en su lugar de trabajo. Era un “secreto”.
La lonchera trascendió los límites norteamericanos y llegó al Ecuador, sobre todo para los niños de escuela.
Todos los días salían los niños con su maletín de lata a sus escuelas, preparado esmeradamente por sus madres, hasta la hora del recreo antes del mediodía y se lo servía. Generalmente llevaban frutas y sándwiches para pasar la languidez y el calor del verano… En las escuelas fiscales, las madres de familia les preparaban a sus hijos estos alimentos al mediodía. Algunos niños iban a la escuela sin desayunar, en ocasiones se desmayaban.
La lonchera permaneció por muchos años como costumbre en las escuelas, hasta que apareció la mochila, en cuyo interior la guardan si no es muy grande. La mochila es grande y en ella los niños llevan sus libros y cuadernos que requieren para las clases del día.
En ocasiones estas mochilas llevan demasiada “carga”, por ello las llevan sobre la espalda, agarradas a la cintura del pantalón, al igual que las niñas. Al parecer ya están acostumbrados a cargar este peso sobre sus espaldas. Por supuesto, cuando los padres los recogen de sus escuelas, ellos las llevan en sus manos para liberar a sus hijos de esta carga, algo pesada para la edad de ellos/as.
Antes de la mochila, existía la maleta escolar que la llevábamos agarrada de una agarradera que estaba al filo superior de la maleta. Con ella caminábamos a nuestra casa a pie, en ocasiones nos servía de defensa para con los otros niños y se armaban las “maletas” o juegos entre nosotros. El grosor de la maleta aumentaba en función del grado en el que nos encontrábamos, pues a mayor grado escolar, más grande y ancha era la maleta. Pero nos acostumbramos a llevarla con nosotros hasta llegar a casa.
Ya en casa, las abuelas se encargaban de revisar su interior. Lo primero que revisaban era la libreta donde se anotaban las lecciones y los deberes, para después de comer al mediodía, ayudarnos a estudiar y a hacer los deberes para el día siguiente.
Esa era la rutina de los niños de nuestra época. Salir a jugar fuera de casa solo era posible los días miércoles, por cuanto solo había escuela hasta el mediodía, era después de terminados los deberes y de haber aprendido las lecciones de memoria. Así era la costumbre de la época y nadie se traumó.
Recuerdo la compra de libros antes de iniciar el año escolar. Te acercaban los padres a matricularte en la escuela y te daban la famosa “lista de libros” que los adquirías en las librerías de la ciudad. Largas horas ante los mostradores de tales negocios, hasta que te atendían las empleadas.
En verdad había largas colas y había que esperar que alguna de ellas se desocupara y te atendiera. La expresión que más se escuchaba era “Señorita, atiéndame a mí primero, que puedo perder el bus para regresar a casa”. Eran otros tiempos.
Tampoco teníamos uniforme, solo el de “parada” para los desfiles del 9 de octubre. Desfilábamos el siete. Gran algarabía en la calle 9 de octubre y por supuesto la foto del recuerdo. Hoy sí lo tienen, que es un gran ahorro para los padres de familia.
Continuaremos.