Por: Ricardo Orellana y Docentes
de la Facultad de Ciencias de la Educación de
la Universidad Tecnológica Indoamérica
En un país que sufre cortes de energía eléctrica de más de 12 horas al día, la educación enfrenta desafíos enormes. La falta de acceso constante a electricidad no solo limita la iluminación y el funcionamiento de equipos esenciales, sino que también afecta la comunicación, la planificación y el desarrollo de actividades educativas en todos los niveles.
De hecho, muchos de los que estarán leyendo este artículo han aprovechado el intervalo de horas en que se ha vuelto la electricidad a su hogar, su trabajo o luego de haber recargado a toda prisa su celular.
Este gráfico refleja la gravedad de la crisis energética en Ecuador, que obliga a la implementación de largos periodos de racionamiento en todo el país. Las variaciones observadas, entre el 31 de octubre y 2 de noviembre, sugieren esfuerzos por mitigar el impacto en momentos específicos, aunque el desafío de reducir el tiempo de corte sigue siendo significativo.
Aun así, el impacto sobre la economía se estima mayor que el de la pandemia. Las pérdidas se contabilizan en miles de millones de dólares, afectando la producción industrial, comercial y el empleo. La afectación a la vida cotidiana también es considerable, afectando, por ejemplo, el suministro de agua potable y el funcionamiento de sistemas de transporte y comunicaciones. Los riesgos para la salud son igualmente preocupantes: la atención en hospitales y para personas que requieren dispositivos eléctricos para sobrevivir está seriamente comprometida.
La seguridad ciudadana, por su parte, también se ve afectada. La falta de iluminación en espacios públicos ha facilitado la ocurrencia de delitos, aumentando la percepción de inseguridad. El impacto ambiental tampoco puede ser ignorado.Para suplir la falta de generación hidroeléctrica, se ha incrementado el uso de plantas termoeléctricas, lo que ha aumentado las emisiones contaminantes. A todo esto, hay que añadir el pesimismo y la desconfianza en la gestión gubernamental, que no ha logrado manejar la crisis ni garantizar el suministro eléctrico.
Con este lúgubre escenario, intentemos responder también: ¿cómo afecta la falta de luz eléctrica a la educación? Veamos algunas respuestas:
Impacto en la infraestructura escolar
La falta de energía afecta directamente el uso de espacios educativos, ya que limita el acceso a iluminación artificial, ventilación y calefacción. En aulas con pocas o ninguna ventana, con techos que muy poco bloquean los efectos de la radiación solar o los establecimientos educativos ubicados en zonas de la costa ecuatoriana, las condiciones se vuelven inadecuadas para el aprendizaje, afectando su capacidad de concentración. En el área urbana muchas escuelas dependen del fluido eléctrico para que funcionen puertas de acceso, sistemas de agua potable y de desechos. Sin electricidad algunos entornos educativos se vuelven insalubres.
Limitaciones tecnológicas y acceso a recursos digitales
La tecnología es una herramienta educativa fundamental y quizá por eso mismo dependemos adictivamente de ella. En un contexto de racionamiento eléctrico prolongado, el uso de dispositivos electrónicos, computadoras, proyectores y acceso a internet se convierte en un recurso esporádico y poco fiable. Esto no solo afecta las clases presenciales, sino también el aprendizaje en línea, que requiere conectividad y acceso constante a plataformas educativas. Sin electricidad, el acceso a internet es limitado o inexistente. Los estudiantes no recibir correos, no pueden enviar mensajes o archivos por Whatsapp o bajar materiales para estudiar. Tampoco pueden realizar investigaciones, ni participar en clases en línea. Y la famosa “brecha tecnológica” -que de por sí es gigantesca- se tranforma en un abismo que profundiza la inequidad eduativa y en el que caen los millones de estudiantes que no poseen recursos para acceder a fuentes de energía alternativa, como generadores o dispositivos de almacenamiento de energía.
Obstáculos en la comunicación y gestión escolar
La comunicación entre docentes, estudiantes, padres y autoridades escolares también se ve gravemente afectada por los cortes de electricidad. La falta de conectividad dificulta la coordinación de actividades, la planificación de clases, el envío de avisos importantes y el acceso a plataformas de gestión académica. Las interrupciones frecuentes generan un entorno de incertidumbre, donde los docentes y administradores deben depender de métodos de comunicación tradicionales, como cartas o mensajes de texto en momentos de conexión breve, lo que ralentiza el proceso de gestión y reduce la eficacia de la organización escolar.
Impacto en el rendimiento académico y la motivación
Los estudiantes en estas condiciones enfrentan serias dificultades para mantener un ritmo de estudio constante. La falta de acceso a herramientas tecnológicas y la incertidumbre generada por los cortes eléctricos prolongados afectan negativamente su motivación y rendimiento académico. Las actividades como tareas, investigaciones y proyectos dependen del acceso a dispositivos y recursos digitales, y su falta puede reducir las oportunidades de aprendizaje y limitar el desarrollo de habilidades digitales. Muchos de mis colegas docentes, han tenido que modificar las tareas para que sean eleboradas en la misma hora de clase porque en casa, sencillamente no hay luz. Estudiar y enseñar a oscuras genera ansiedad y desmotivación en estudiantes y docentes.
En este contexto, ¿qué es posible hacer?
Los docentes de la Facultad de Ciencias de la Eduación de la Universidad Tecnológica Indoamérica nos hemos puesto a la tarea de reflexionar al respecto. Primero, porque no somos insensibles a la realidad que afecta a nuestro pueblo, segundo, porque queremos aportar desde lo que mejor sabemos hacer, que es educar y, tercero porque queremos que esta sencilla reflexión desate múltiples sugerencias de miles de educadores para salir adelante de esta crisis. Por eso, les compartimos algunas de nuestras respuestas, algunas estrategias, que son una invitación para que los docentes generen más y sean parte de esta reflexión educativa en este contexto de emergencia eléctrica.
- Reorganización de horarios escolares para aprovechar la luz natural.
En algunos casos, por ejemplo en las escuelas vespertinas y nocturnas, habrá que crear un sistema de turnos alternativos que permita utilizar las instalaciones en momentos en que hay energía disponible o suficiente luz natural.
- Recuperación del uso de recursos didácticos no digitales.
Hay que volver a los materiales físicos como libros de texto, guías de estudio, y recursos impresos que los estudiantes puedan usar en casa o en la escuela sin depender de dispositivos electrónicos. Para ello, hay que capacitar a los docentes en métodos de enseñanza que no dependan de la tecnología: Enseñar por medio debates, discusiones, lecturas en grupo…
- Devolver el poder de aprendizaje que tienen las bibliotecas escolares.
Muchas bibliotecas han ido perdiendo su poder de impacto en el aprendizaje. La crisis eléctrica puede ser la oportunidad de surtir de mejor a las bibliotecas, hacerlas más accesibles a los estudiantes y sea más aprovechada durante las horas de luz solar. Esto también aplica, no solo las bibliotecas, sino también los lugares comunes del centro educativo.
- Atender con el personal adecuado (DECE) los posibles problemas que puedan surgir y que afecten a la salud mental de estudiantes y docentes.
- Impulsar tareas de corta duración que combinen ejercicios prácticos, lecturas y actividades autónomas y creativas aprovechando recursos locales, económicos y de fácil acceso que conecten el aprendizaje con la experiencia cotidiana.
- Abrir espacios, particularmente para los jóvenes, de reflexión, de lectura crítica de los acontencimientos y discutir sobre:
- La importancia de planificar a largo plazo (si lo hubierámos hecho a tiempo no dependeríamos de las lluvias).
- Las consecuencias de la corrupción (por los sobreprecios, los contratos mal hechos, ocultar la verdad de la crisis, etc).
- La necesidad de cuidar los recursos hídricos y cuánto nos está costando esta negligencia.
- La obligación ciudadana de ahorrar electricidad, agua, recursos para los años de las vacas flacas.
Hoy las tinieblas, que suelen ser refugio de cobardes y delicuentes, también es la realidad que debemos vivir los docentes -y estudiantes-. Por lo menos nosotros, actuemos de inmediato, no aceptemos pasivamente la fatalidad. Apertrechémonos con las herramientas -y las armas si es necesario- para defender a nuestros alumnos. Hay que continuar, no queda otra opción, enseñando en la oscuridad, a guiar a pesar de la falta de luz, a educar en la penumbra antes que todo quede en tinieblas. Ayudemos enseñando, comunicando y colocando nuestras manos e inteligencia en redimir a estas generaciones de estudiantes marcados por la deficiencia de saberes acarreados por la pandemia, de las guerras internas y externas, de la crisis climática, de los incendios forestales, de los malos políticos…y ahora de los apagones.
Nota luminosa:
Les animo a todos -docentes y los que, sin darse cuenta, también lo son- a aportar con ideas e iniciativas para salir, desde nuestra trinchera educativa, a proponer otras ideas, y construyamos un gran inventario de acciones posibles para resurgir a pesar de esta crisis y que la educación no se detenga, no decaiga, no se apague.