Pongamos en contexto el tema, que se vuelve reiterativo en la raza humana, a veces gratificante y a veces frustrante, en estos tiempos de quiebre y de crisis cíclicas de las personas que renuevan sus promesas de cambio y terminan abandonando sus esfuerzos a mitad de camino.
Debemos ser conscientes de que no siempre las circunstancias de un cambio personal o de hábitos serán favorables, de que debemos estar listos para un ligero cambio de planes y que, incluso con todo esto, seremos capaces de mantenernos en el camino para conseguir lo que queremos. Y, por otro lado, hay que contar con el fracaso, que es inevitable y debe ser aleccionador. En ocasiones, los fracasos servirán para replantearse los objetivos y continuar.
Un estudio descubrió que el 64 % de las personas abandona sus resoluciones de fin de año o promesas de cambio al mes de habérselas propuesto.
La psicóloga del Servicio Psicopedagógico de la Universidad de Piura, Rosa Cornejo, por ejemplo, explica que la tradición de plantearse resoluciones al final de cada año responde a la costumbre, a la influencia de la religión, al estatus ideológico, pero principalmente a la tendencia de las personas de querer cerrar ciclos.
Este cierre de ciclos o cambio de hábitos viene acompañado de la motivación por volver a comenzar y acercarse más a una vida saludable, más ordenada, más exitosa, etc.
En ocasiones, los fracasos, como en mi caso, servirán para replantearse los objetivos y continuar o volver a empezar.
Les comparto mi creencia y mi narrativa personal, pero distinta a tu propósito, que le guardo en mi conciencia, porque nadie entiende nada de mi vida. Porque cuando el zapato aprieta, es mi pie el que duele, y cuando yo necesito ayuda, no hay amigos, no hay familia, no hay institución que me proteja.
La gente suele decir: «Ah… pero tú cambiaste…» y los contesto que sí, pero resulta curioso cómo las personas creen tener el derecho en nuestras decisiones sin conocer nuestras luchas.
Personalmente, me cansé de intentar agradar a todos, me cansé de moldearme en estándares que no son míos, de vivir expectativas ajenas. Por eso, ya no me importa la opinión de aquellos que solo conocen mi nombre, pero no mi historia, y no voy a permitir que la visión de otros determine mi valor. Nadie sabe lo de nadie. Solo yo sé lo que ha pasado en mi vida: las noches en vela e insomnio, mis achaques de la PV, las lágrimas de desamor que derramo cuando nadie me mira.
Cambiar no significa perderse, sino encontrarse a sí mismo.
En cada paso que di, o en cada decisión que tomé, fue parte de mi crecimiento, y si para alguno esto parece transformación negativa, es problema de ustedes.
No comprenden que el cambio que elegí me produce paz y esperanza. Así me liberé de las cadenas de la aprobación ajena.
Hoy, desde el 2025, viviré para mí y para mi nieta, y los otros que esperen… Y si esto incomoda a alguien, incluyendo a parte de mi familia o supuestos amigos, no importa. El camino es mío, y solo yo entiendo la profundidad de mis elecciones. Si lo que realmente importa es que, al fin del día, pueda mirarme al espejo y sentirme orgulloso de quién soy. Y por eso, mi cambio no son promesas, son realidades. Feliz Navidad y Año Nuevo, aunque la vida duela.