24 diciembre, 2024

María: Dichosa por apostar por la humanidad

Cuarto domingo de adviento

El pensador francés del siglo XVII Blas Pascal decía: “un cristiano de verdad es aquel que experimenta una alegría auténtica”. Es la Alegría lo propio del cristianismo. Sin embargo, el filósofo prusio-alemán del siglo XIX decía de los cristianos: “parecen vivir cargando una cruz pesada y no reflejan la alegría de la resurrección”. ¿Qué mismo refleja nuestra vida de fe? ¿Qué mismo contagiamos como experiencia de Dios? ¿Somos pura teoría? ¿doctrina? ¿ideales que nunca alcanzamos? ¿predicamos lo que no alcanzamos? 

El cardenal Henrry Newman, inglés (siglo XIX-XX), decía: si no se repiensa la fe que vivimos tiene dos peligros: para la gente culta creer será indiferente, para la gente sencilla será una superstición. 

En este cuarto domingo de adviento, cierre de la preparación de la navidad, en donde hemos recorrido un camino, desde Isaías, primer domingo, la clave está en aplanar los caminos para seguir creyendo en las esperanzas de un pueblo; pasamos al segundo domingo en donde Juan Bautista nos recordaba preparar el camino al Señor, desde el desierto a la plenitud de vida por el bautismo con fuego que nos trae Jesús, todo se puede transformar; en la tercera semana de adviento, ese camino tiene que dar muestra de verdad en lo que se cree, solo desde la ética, obrando, la verdad y la justicia se podrá avanzar al encuentro con el amor de Dios revelado en la ternura de la familia de Nazaret, para llegar al caminar de María, en este cuarto domingo de adviento. 

María nos enseña más que con palabras, con sus gestos y actitudes que creer no es para ingenuos ¿cómo puede ser que yo sea la madre del salvador? Si soy marginal, campesina y mi proyecto de vida es casarme con José mi prometido, No le puedo fallar. Y así es, no le falla, acepta el misterio de la vida y de un Dios que necesita de los humanos para hacernos hermanos. Eso es lo que trata de comprender María. Por ello, piensa su respuesta ante de decir “el hágase en mí” 

Lo primero que hace María para pensar la fe, es indagar. No en preguntas teóricas sino en la búsqueda del Dios vivo revelado en su historia. El comprender el mensaje de todo un pueblo que viene manifestando su esperanza de la cercanía total y definitiva de ese Dios en el MESIAS ESPERADO. Ese mesías anunciado por los profetas y manifestado de forma tan diferente desde la grandeza de lo pequeño, desde la fuerza de lo débil. Por eso, la historia y la reflexión de María nos revela que la salvación y el amor de Dios solo se puede experimentar desde abajo y desde dentro y no desde arriba y desde fuera. Eso es lo que ella acoge en su vientre como “la Palabra que se hace carne”, y “acampó entre nosotros”.

Lo segundo que me enseña el relato de Lucas sobre María, que pensar la fe significa meditar. Y meditar, como su raíz latina nos dice, meditatio, es buscar el centro, mejor es estar en el centro. Nosotros vivimos en la superficie y dispersos. Por ello, no hacemos silencio, no escuchamos la voz de nuestra conciencia y el Dios de la vida en nuestro corazón. María, estaba en su centro y las coordenadas de su existencia eran las de Dios. Es Dios, quien ocupa lo central del mensaje de fe, y al meditar los misterios de la vida de Jesús, desde el silencio de Nazaret donde Jesús se formó, allí se preparó para anunciar el Reino de Dios y María la esperanza del pueblo se hará verdad lo de “los cielos nuevos y la tierra nueva”, cuando acojamos la vida y a Dios dentro de nosotros, no simplemente al lado de nosotros. 

Dios no solo es Enmanuel, Dios-con-nosotros, sino que María nos muestra a Dios en – nosotros- esa es la grandeza de vida y mensaje. Creer y apostar por el Niño Jesús, crecerá en medio de los otros niños y en gracia ante Dios y los hombres, nos dice Lucas (2,52); y como lo formuló Pablo, “Jesús, tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” (Filipenses 2: 1-8). Apostar en la Humanidad es donde se revelará la divinidad y no al revés. Lo que nos hace pensar que es lo humano, lo sagrado. 

Lo tercero que este relato del cuarto domingo de adviento me señala de María, es que la grandeza que ella cantará en el Magnificat, es su confianza en Dios, que es absoluta, solo en él pone su esperanza y en ese Niño, cuya confianza máxima será probada en la cruz, a quien María lo hará nacer ya no biológicamente, sino vivencialmente en medio de la comunidad de fe y en el seguir apostando que esta humanidad por más podrida que esté como el agua estancada, podrá revelar la luz de la luna o transformar su historia por el fuego de un corazón ardiente por el Dios vivo y el amor verdadero. 

¿Cómo celebrar la navidad, entonces? Como nos dice Isabel al ser visitada por su prima María: Alabando, bendita tu entre todas las mujeres. Asombrándote, Dios irrumpe en tu vida en cualquier momento a través de la belleza de lo humano: ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Y reconociendo la Alegría del Espíritu: “y el niño saltó de gozo dentro del vientre de Isabel al llegar María”. Decía un pensador, “pertenezco a ese grupo de hombres que piensan que en los pequeños detalles reside todo”.   

 

PARA PENSAR

¿QUÉ ES LO CENTRAL EN LA FE CRISTIANO?
La Alegría del creer

¿A DÓNDE ME LLEVA LA FE?
A pensar lo imposible

¿QUÉ ES LO MÁS GRANDE QUE PUEDO PENSAR?
Que lo pequeño de lo humano revela la eternidad y plenitud de Dios

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