La historia se repite porque la gran mayoría de la gente, no aprende de lo vivido anteriormente, pero más aún, en el caso de nuestro país, en lugar de crecer en el análisis, hemos aumentado el fanatismo y el resentimiento ciego, pues somos un pueblo alienado en un significativo porcentaje, que nos reduce a pensar en blanco y negro.
A continuación voy a revisar un poco la historia para identificar mejor el escenario que tenemos: luego de la primera guerra mundial, llamada por entonces simplemente «la gran guerra», Alemania fue castigada con fuertes imposiciones efectuadas en el tratado de Versalles, mismas que hoy, todos reconocen, fue injusta e impuso exageradas cargas al pueblo alemán. Este instrumento, dio lugar a que 2 décadas después, Adolfo Hitler capitalizara el resentimiento del pueblo alemán para constituirse en un libertador y súper héroe que enamoró al pueblo con promesas que posteriormente desembocaron en las nefastas consecuencias que todos conocemos.
Aunque la distancia de eventos como el mencionado, puedan parecer enormes con lo ocurrido en el Ecuador pre correísta, el fenómeno tiene elementos comunes, pues Correa supo aprovechar bien, el repudio del pueblo hacia la vieja y corrupta casta política, para levantarse como una especie de emancipador, un elemento de cambio que inauguraría una nueva época, dejando atrás a la anterior, sepultando políticamente a la mafiosa partidocracia dirigida por sujetos que se habían convertido en un cáncer social.
Esa expectativa lo llevó a conseguir la presidencia de la República y a tener el control político durante 10 largos años (que se extienden hasta ahora parcialmente), donde nuevos actores relevaron a los anteriores en sus prácticas corruptas, pues aunque el presunto objetivo era acabar con el drama de la corrupción, lo único que cambió fueron los actores, ya que el guión continuó siendo prácticamente el mismo y, quizás más dramático aún, conforme se ha hecho evidente el día de hoy, lo cual, sin embargo, parece ser invisible a los ojos de sus fanáticos que, como quien sufre de daltonismo, no pueden ver el color real de las cosas.
Pero, hay un elemento primordial en la historia del correísmo, y es que, ha marcado una fractura en nuestra historia política, dividiéndola en el “pre correísmo” y en el “pos correísmo”. Aquellos sueños de cambios que arrullaron las madrugadas de muchos ecuatorianos, se convirtieron en pesadillas cuando se descubrió que detrás de esa figura joven, refrescante y prometedora, había un psicópata megalómano y vicioso al estilo de los peores emperadores romanos, que dejó al país en muy mal estado económico después de haber dilapidado la mejor etapa de bonanza económica que jamás tuvo el Ecuador, construyendo muchas obras, pero con sobreprecios escandalosos que hicieron lucir a las pillerías de sus antecesores, como simples travesuras de niños, sin contar la soberbia que esparcía a su paso, los abusos de poder y la manipulación de la justicia, al punto de que, por medio de su inefable secretario jurídico Alexis Mera, llegó al colmo de prohibir a los jueces que admitan acciones constitucionales contra su gobierno, pisoteando a la Constitución y al estado de derecho.
La situación fue realmente trágica y dejó no solo disidentes, sino resentimiento y odio en un amplio sector, lo cual, Correa, como siempre, capitalizó con la frase ODIADORES, que siempre repiten sus acólitos, que más que seguidores son fieles y ciegos fanáticos.
Pero, el “pos correísmo” dejó también un vacío sentimental en quienes llaman ODIADORES, los cuales han tenido que buscar consuelo en los brazos de quien aparezca en el camino, así fue primero con Lenin Moreno, quien dijo públicamente que él no quería ser presidente, pues muy bien se la pasaba en Ginebra leyendo sobre física cuántica, y ahora tenía que enfrentarse a problemas para los que no estaba preparado, e incluso cuando, en vez de la «mesa servida» que Correa había dicho que le dejaba, se había encontrado no solo con la mesa vacía, sino además patas arriba.
Pasado el período del poco útil de Lenin Moreno, a quien, sin embargo, esos que los “correístas” llaman ODIADORES, defendieron con empeño, por el solo mérito de haberse convertido en el “Brutus” de Correa, vino el banquero, a quien apoyaron con renovado entusiasmo pensando que ahora sí contaríamos con un auténtico “anticorreísta”, pues a eso ha quedado reducida la mediocre política ecuatoriana: a “correístas” y “anticorreístas”. Ya ni siquiera podemos hablar de izquierda y derecha, porque la desorientación es de tal grado que nadie sabe dónde está parado.
Guillermo Lasso ofreció crear fuentes de empleo y un país con crecimiento económico, innovación tecnológica y salud, y sobre esto último, debo hacer un paréntesis, pues, hay que aclarar que se refería particularmente a la campaña de vacunación de la cual se ufanaba, pese a que ahora el mundo conoce el genocidio programado detrás de esas campañas, luego de que en Estados Unidos se obligó a Pfizer a revelar los efectos adversos de las vacunas, mismos que se cuentan en más de mil, causando enfermedad y muerte, de modo que Lasso es parte de ese crimen en nuestro país.
Pero volviendo al tema central, como todos sabemos, el banquero tuvo que salir por la puerta de servicio, dando lugar a elecciones anticipadas que llevaron sorprendentemente al hijo de Álvaro Noboa a ser el nuevo inquilino de Carondelet en una especie de interinazgo, que ha llevado con astucia desde el primer momento, manejando un estilo que, en varios aspectos, demuestra similitud con Rafael Correa, por su soberbia y atropello a los derechos y garantías constitucionales.
Pero el pueblo ecuatoriano, en un alto porcentaje es fanático, lo cual es un síntoma del vacío que sistemáticamente la propia casta política ha cultivado en este segmento, por eso, desaparecido Lasso, encontraron en Daniel Noboa su amor perfecto, como ciertas personas que no pueden vivir sin alguien que caliente su lecho; además, su justificativo es «impedir que regrese el correísmo» y bajo ese lema, se entregan al que venga, y eso lo saben bien los políticos.
Al igual que Correa, quien dijo muchas veces que renunciaría a la presidencia, si le probaban que su primo Pedro Delgado no tenía título de economista, y nunca cumplió, Noboa empezó mintiendo desde su campaña, cuando prometió que en su gobierno no habría apagones pues, según él, ya tenía arreglado ese problema con ayuda de los israelíes.
Hoy, todos hemos visto horrorizados como el Ecuador ha soportado la era de apagones más grave y cruel de todos los tiempos, con pérdidas de miles de millones de dólares, aunque los siervos del régimen, como el director del SRI, declaren sin rubor alguno, que ha habido bonanza económica, ¡Qué vergüenza! Pero este mismo comportamiento de los bufones de Noboa, también se dio en el gobierno de Correa, así que, tampoco esto es nuevo.
Por su parte, Noboa también aprovechó el miedo como arma de manipulación social y engatusó a gran parte de la población, vendiendo el cuento de un «conflicto armado interno», lo cual ocurre cuando hay grupos guerrilleros, no delincuencia organizada en pandillas, como realmente ocurre, pero lo hizo para suprimir derechos constitucionales y actuar a sus anchas por medio de un estado de excepción, creando para ello escenas teatrales como el show de Canal Diez, entre otros embustes que, por economía de tiempo, no voy a mencionar ahora.
Pero, así como los “correístas” actúan como una fiel y servil esposa, que apoya a su marido en cualquier circunstancia, así se trate de lo más perverso, los “noboístas”, antes “lassistas” y primero “morenistas”, apoyan a su nuevo amor ante cualquier circunstancia, pues, así como para los “correístas”, su ídolo es un santo y Jorge Glas una víctima inocente, para los “noboístas”, Daniel es un excelente presidente que no tiene ambiciones personales, ni propósitos de beneficiar a sus empresas, que paga todos sus impuestos, que ha hecho bien en subir el IVA y los combustibles, aunque esto haya afectado a los más pobres y causado inflación, que la culpa de los apagones es de Correa, que no importa que haya entregado la soberanía del Ecuador a los militares norteamericanos por medio de un acuerdo mañosamente llamado «estatuto de las fuerzas» (para eludir que pase por la Asamblea), que quiera poner una base militar norteamericana en Galápagos, que persiga a la vicepresidente, para evitar que asuma la presidencia, como legalmente le corresponde, que utilice al Consejo de la Judicatura para destituir a los jueces que no actúan como a él le conviene, tal como lo hizo Correa en su turno, etc, etc, etc.
2025 es un año electoral y, luego de analizar a vuelo de pájaro a los candidatos, el panorama es desolador, pero ya hablaré de ellos en una próxima entrega; por ahora les dejo mis mejores deseos, y que Dios tenga misericordia del Ecuador, país de dura cerviz que sufre de cifosis política, pues solo atina a mirar a la izquierda o la derecha con la cabeza agachada, sin poder levantar la testa y mirar al frente, mucho menos al de arriba. Hasta pronto.